Todo artista sueña con inmortalizarse a través de sus obras y en el caso del escritor, tal vez, cuando escribe colocándoles voz a sus personajes, rueda en su mente una escena que describe con pasión y, aunque no lo desea, como fue el caso de nuestro único Nobel de literatura, no quiere que lo que ha imaginado su mente se despliegue en un pantalla. Pero, ya el autor ha muerto. Su obra se ha hecho inmortal, quizás como lo soñó o tal vez no. Ya no es dueño de las letras que le dieron vida a cientos de historias, ya no es dueño de sus decisiones a pesar que su deseo fuera otro estando en vida. Ya solamente, si es de ser posible y si nos observa desde alguna parte, seguir deseando que las voces descritas en sus libros sean al menos fidedignas al recuerdo que aún se esparce entre los vivos.
Se estrena con bombos y platillos una serie basada en la obra maestra de nuestro más apreciado “cataquero” y que parecía imposible llevarla a la pantalla, no solo por la negativa de su autor sino también por la misma historia en sí, compleja desde el principio hasta el final. Un realismo mágico que no puede desprenderse de su esencia, de lo que verdaderamente implica a que se torne una ficción incomprensible ante los que desconocen a ciencia cierta en lo que basa el autor sus historias. Si bien es cierto que la magia del cine es capaz de todo, también es cierto que hay realidades fantásticas que deben ser tratadas como tal, y mostrarlas a muchos, que tal vez no entenderían de qué se habla, podría fallar la intención de quien pretende mostrar al mundo ese realismo mágico que solo los que lo leen y se sumergen en él son capaces de creerlo y mejor aún comprenderlo.
Hay muchos que critican la puesta en escena de ‘Cien años de soledad’ a la pantalla, aludiendo entre muchos argumentos, la imposibilidad de plasmar lo que quiso el autor en una escena por más real que se pretenda realizar, también hay otros que argumentan que tal decisión conlleva a la disminución de la lectura de la obra, pues muchos se quedarán con lo que vieron y no con lo que pudieron haber leído, argumento y cuestión con los que no estoy de acuerdo, pues considero, con todo respeto hacia los amantes exclusivos de cada arte, que de una u otra forma, todos van agarrados de la mano y que espero que esta puesta en escena de la obra que catapultó a Gabriel García Márquez incentive aún más su lectura, tal como se ha visto en otras grandes obras, como es el caso de la serie de libros de Harry Potter, que muchos después de haber visto las películas basadas en los libros, se han volcado a las librerías a comprar y leer esta maravillosa historia. Ejemplos hay todavía más, Guerra de tronos, es otro de ellos, maravillosa serie basada en la obra de George R. R. Martin y puedo seguir mencionando a algunos más y eso valida mi postura ante la expectativa de que Cien años de soledad se leerá todavía mucho más después que se vea la miniserie que pretende arropar su historia.
García Márquez se negó en vida a que se llevara a la pantalla esta obra parida, no solo por él, sino también junto a Mercedes; con todas las vicisitudes conocidas y quizás hasta desconocidas; en algunas oportunidades exponía las razones y otras veces no, pero lo cierto era que su deseo de no llevar a la pantalla a Cien años de soledad. Pero como dije, ya su deseo expiró como una fecha marcada en pequeñas letras y en un rincón de la parte trasera de la cajetilla en donde se empacó lo que sería su obra cumbre, a pesar que no era su predilecta. Era ésta, la que no quería que se llevara a la pantalla, era ésta la que deseaba reservarse para muy adentro de su mente y de su alma, escuchando de forma íntima cada rato a los “Aurelianos” y a todos los “Buendía”, tal vez, porque deseaba seguir por siempre escuchando en su silencio esa algarabía que solo él escuchaba cuando lo sentaban en un banquillo a ver un muerto o cuando husmeaba sin que nadie se diera cuenta en un rincón de algún lugar de esa casa y que al final terminó vendiéndose recordando dicha transacción comercial y otras cosas más en su biografía.
Hoy, el mundo conoce las voces de esos personajes encarnados por la magia del cine. Hoy, el mundo con sus manos se quema con el hielo por primera vez aunque lo haya sentido cientos de veces y sepa de qué se trata. Hoy los “cataqueros” sacan pecho con orgullo porque al fin el mundo, o al menos unas doscientas millones de personas que podrán ver en sus pantallas la serie, sabrán en dónde está “Macondo” aunque no exista sino solamente en la mente de cada uno.
POR: JAIRO MEJÍA.