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Y dale a la piedra que si bota chispa

Cada día el presidente Maduro inventa una nueva estrategia de provocación contra Colombia que sirva de cortina de humo para tapar la grave crisis por la que atraviesa su país. Apelar a los falsos nacionalismos para despertar solidaridad suele ser un recurso desesperado de quien se ve enredado en sus propias y malas decisiones.

Cualquiera que se atreva a criticar las acciones de Maduro, termina convertido en su enemigo y pasa a ser parte de su lista negra de imperialistas que quieren derrocarlo del poder. Lo cierto es que el mismo presidente ha terminado por descalificarse así mismo, con sus inconsistencias lingüísticas, su falta de dimensión política y su escasez como estadista.

Su poca perspectiva de la realidad lo ha llevado a convertirse en un déspota que acusa a los colombianos de todos sus males, sobre todo a aquellos que llegaron a Venezuela hace décadas buscando mejores oportunidades y crecieron y tuvieron hijos que nacieron con derecho a ser ciudadanos venezolanos, pero que hoy fueron expulsados con sus padres, acusándolos de paramilitares.

Ahora en actitud de mayor provocación, permite que aviones venezolanos violen el espacio aéreo colombiano, como si no fuera suficiente la humillación que está causando a miles de compatriotas desterrados por un odio sin sentido.

Maduro está desbordado. Venezuela hoy corre como caballo desbocado, con un jinete pésimo que no sabe llevar las riendas de un país con todas las oportunidades para desarrollarse plenamente si se pensara más en su gente y no en la obsesión de sostener un proyecto político que fracasó mucho antes de comenzar.

Lo cierto es que quien más sufre es la población fronteriza que sin importar los límites han compartido durante siglos como hermanos su economía, sus costumbres y su necesidad de ser un solo pueblo que no tiene fronteras culturales.

Muchos creen que Colombia debe reaccionar enérgicamente, más allá de una simple nota de protesta, pues la vía diplomática ha sido un completo fracaso, sólo ha mostrado que Maduro posee más respaldo a nivel latinoamericano que Colombia que como siempre, desde el imaginario interno se perfilaba como un líder, pero que en la realidad no es sino un país solitario en medio de vecinos que persisten en estigmatizarlos para deslegitimar cualquier posibilidad de buscar respeto para sus ciudadanos a nivel internacional.

La diferencia académica y humana entre Santos y Maduro es abismal. Colombia desde su cabeza busca una salida prudente y lúcida ante la crisis, pues sostener un conflicto interno y otro externo anularía la posibilidad de crecimiento. Maduro piensa en sostenerse, Santos está pensando en el bienestar del país. Ambos países merecen una mejor suerte, un mejor futuro cimentado en la cooperación binacional y no en odios absurdos que en nada ayudan a avanzar.

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