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Y aullarán a la luna

MI COLUMNA

Por Mary Daza Orozco

Es frecuente acudir a la conocida sentencia: “Si ladran es porque cabalgamos” cuando nuestras acciones relevantes dejan huellas y nuestros detractores nos ladran como una manera de acallarnos, de acorralarnos.
Vale aclarar que esa expresión que se le ha adjudicado a Cervantes en boca de Don Quijotes, no aparece en ninguna de las páginas de su libro, porque su autor es Goethe, sí, el que sólo se conoce por Fausto, su obra cumbre, en su poema El Labrador, dice: “Vanos ladridos ahogados por el viento / cabalgamos por el mundo en busca de fortuna y de placeres / Mas siempre atrás nos ladran / ladran con fuerza, / pero sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos…”. En la primera mitad del siglo XX, en España se usó la expresión y se le agregó el nombre de Sancho y la acomodaron: “Si ladran, Sancho, es porque cabalgamos”, se hizo común y hoy le pasa como a la sentencia “Ayúdate, que yo te ayudaré” que para los que la usan está en la Biblia y no es así, no aparece en el libro sagrado ni la dijo Dios.
Hecha esta aclaración, que no está de más, quiero utilizar esa socorrida frase de Johann Wolfgang Goethe para los que constantemente se aponen a las acciones que sólo tienen un noble interés, y no hacen más que  ladrar, porque son personas que sienten el roer de la envidia o del odio ante el logro, el accionar, el buen obrar de los demás, odio y envidia que no son más que ladridos de impotencia  porque sólo se hacen notar rechazando todo, oponiéndose por oponerse o ladran a falta de argumentos contundentes.
En nuestra región es muy común el concierto de ladridos de perros chandosos que estropean acciones, obras, decisiones que pueden ser redenciones para muchos problemas, pero no las pueden aceptar porque hay sentimientos turbios ya sea por pendencias familiares o políticas que los llevan a oponerse al que se destaca o propone algo en beneficio de la comunidad.
Esta vez me refiero a la pasada marcha, ¡cuánta urticaria provocó!, que si no debía ir la policía, que si no los gobernantes, que tuvo una asistencia mínima y muchos más ladridos roncos  de perros sin pedigrí.
Pues bien, los organizadores estamos satisfechos, porque “cabalgaron”, los que debían ser, los llenos de afecto por la ciudad, los que no necesitan un bus o un trago de licor o una promesa que no se cumple, para movilizarse, se plantearon el problema de inseguridad y se fueron seguros de que su presencia era importante.
Y  la marcha es el comienzo de un trabajo permanente por la paz, por la tranquilidad, que lo seguiremos con actos culturales, con escritos, con todo lo que imprima beneficio para encontrar la serenidad de un pueblo que por sus arraigos de mansedumbre, se merece una mejor vida.
Es seguro que a los ladradores o detractores les serviría  participar en todos esos actos para que conjuren el negativismo y el ardor que sienten ante lo que ellos no pueden manejar, la próxima vez únanse, ya verán que bien se sienten, se les alivianará el alma aunque sea por un ratito.
Andrea Alciato escritor italiano del siglo XIV, escribió: “Para el perro, es la luna un gran espejo;  /Ve su reflejo creyéndolo  otro perro, /Vanos ladridos ahogados por el viento. /La luna sorda, prosigue su camino”.
Y no más, sólo hago votos para que los ladradores, al final, no se conviertan en solitarios aulladores a una luna indiferente.

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