El mundo de metáforas, hipérboles y personificaciones que meticulosamente garrapateaba en escuetas hojas de cuaderno, en sus inicios daban cuenta del talento de un grande de las letras, quien aun sin ser descubierto sintió la necesidad de plasmar en la inmortalidad de la crónica el arraigo cultural que consolidó su personalidad de hombre noble, sensible y solidario. William Francisco Rosado Rincones.
Lo conocimos por su potente voz, presentador reconocido, erudito conductor de programas musicales, desde donde cultivó la investigación y sapiencia folclórica que puso al servicio de consagradas y noveles figuras del espectro vallenato, consolidándose como el mayor difusor de la prolífica obra y biógrafo original de su paisano Calixto Ochoa Campo.
Excelso lector de noticias, allí le surgirían inquietudes frente al desarrollo de la actualidad, las cuales perecían en el silencio del mecánico ejercicio fonatorio frente a la nota redactada. El deseo de expresar su análisis lo llevó a la profesionalización, siendo la Universidad Abierta y a Distancia, UNAD, la incubadora del gran talento que encontró en los géneros periodísticos, la vía de escape de quien orgullosamente quiere masificar los factores sociales y familiares que moldearon su carácter.
Ya no eran las escuálidas hojitas de cuaderno, quienes saciaban su deseo de ponerle poesía a los hechos que cronológicamente conocía. Se dejó tentar por la academia y a base de disciplina la conquistó. Incursionó en los medios de comunicación como periodista y los micrófonos que alguna vez se cerraban al margen de la exquisita tesitura de su voz, ahora comunicaban al mundo la inteligencia del hombre cuya vida constituyó un homenaje a la superación. Encontró a una aliada, la tecnología. Las páginas de la prensa escrita reclamaban sus figuras literarias, los lectores encontraban en sus relatos el material de consulta para absolver las dudas y las plataformas digitales de su Alma Mater se convirtieron en el telón sobre el que proyectaba su conocimiento.
Una vida de esfuerzos que a todo pulmón ponderaba, “no me ha tocado nada fácil”, decía en medio de risas cada vez que narraba con pelos y señales las situaciones que había superado. Las anécdotas eran su vida. Amores tormentosos, pilatunas juveniles, reprimendas universitarias, en fin, cada vivencia era un canto al ingenio y de cada dificultad sacaba un chiste; como cuando le preguntaron si asistiría a una fiesta ofrecida por un poderoso dueño de medio de comunicación, a lo que jocosamente respondió: “No voy, corro el riesgo de que me confundan con un mesero y me pongan a picar hielo”.
Ese era Rosado, un hombre tímido en la expresión, pero cálido en el sentimiento. Para sus familiares era la pandora del amor, lo daba todo. Para sus colegas siempre será el referente de nobleza, respeto, generosidad, talento y capacidad de lucha. Sus amigos lo recordaremos como vivo testimonio de la confraternidad. “Somos una cofradía”, se le escuchaba cuando se refería a su amado Club Bololó. Hoy sufrimos su ausencia, lo lloramos, seguimos riéndonos con sus cuentos y vamos a extrañar su liderazgo natural. El vacío que nos dejó desde su despedida lo aliviaremos con los recuerdos.
Gracias por todas las muestras de cariño. Solo los pañuelos, globos y banderas que al paso fúnebre ondearon sus vecinos, pudieron silenciar el eterno aplauso con que lo despidió su emisora. Su natal Valencia de Jesús lo recibió con la música del Negro Calo; lágrimas, aplausos y bailes aclamaban al paisano ilustre; banderas de Colombia y un repique de campanas saludaron al halo solar, que lo despidió con los honores de los héroes caídos en batalla. Dios te reciba en su santo reino, amigo, que acá en nuestros corazones serás inmortal. Paz en tu tumba William Rosado Rincones.
@antoniomariaA