El texto del Artículo 22 de la Constitución Política dice: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. De ese modo, al que obre conforme al derecho no se lo puede perturbar; pero, a quien actúe contra el derecho, hay que impedírselo mediante los recursos de que goza el poder coactivo del Estado. Eterno agradecimiento a nuestros soldados de mar, tierra y aire, siempre poniendo el pecho por nosotros.
Los hombres debemos ser inmarchitables con nuestras convicciones. Siempre he considerado que ponerle fin al conflicto es lo mejor para el país. La naturaleza de los hombres respetuosos de los principios democráticos concibe la oposición como una forma de defender los intereses superiores del estado, en especial, los referidos a derechos humanos. Es inaceptable si lo hacen en función de su ego y de sus intereses o cálculos políticos. En reiteradas oportunidades he manifestado que el fin del conflicto es apenas una etapa de una extenuante maratón. Construir sociedad y nación no surge espontáneamente con la suscripción de un pacto donde se encuentran definidos los compromisos asumidos por cada una de las partes.
El proceso de paz ha resistido cualquier tipo de embestidas, con argumentos como la entrega del país a las Farc, el cambio del modelo económico o que vamos al abismo en que se encuentra Venezuela. Particularmente, he procurado estudiar los acuerdos para entenderlos en contexto. De ese diagnóstico he realizado varias opiniones que reposan en el portal de esta Casa Editorial, el propósito de este ejercicio tiene el ánimo de coadyuvar comunicando las bases del proceso, los acuerdos de la negociación, desmentir la desinformación, inclusive, los sapos que nos vamos a tragar.
Tratar de ser objetivo en nuestro país es complejo, la polarización nos hace deambular en indecisiones, por eso los seres humanos no debemos anteponer nuestras convicciones por nuestros intereses. Estar a favor del fin del conflicto no es para muchos un asunto de convicciones, sino consecuencia de la mermelada, condición mamerta o por compartir el pensamiento político socialista. Para saber diferenciar esta complejidad es menester conocer la historia del país, entender los acuerdos alcanzados y comprender que el Posconflicto será una dura prueba de convivencia.
En la intimidad de mi pensamiento a menudo me cuestiono sobre mi decisión en torno al Plebiscito, mecanismo de refrendación de los acuerdos de La Habana, avalado por la Corte Constitucional, seguro no ignoran que mi voto será por el SI. Mi decisión está llena de razonamientos lógicos, asimismo, porque prefiero apoyar la paz y equivocarme que apoyar la guerra y acertar. Antanas Mockus. Considerar que lo mejor para el país es terminar el conflicto como emblema de gestación de sociedad y nación no determina que desestime el disenso, tampoco las situaciones que alimentan la desconfianza, menos la artimaña que procura usufructo político.
Quizás usted este indeciso o confundido, el mejor remedio para salir de esa situación es estudiando los acuerdos y siempre pensando que en su voto está implícito un mandato, no vote pensando en Santos ni en Uribe, hágalo conscientemente por el país que quiere sea Colombia, no caiga en la trampa de la propuesta abstencionista, acuda a las urnas, para doblar o triplicar el umbral del 13 por ciento. La metáfora propia de los poetas es inapropiada en el sueño de un Estado renovado y firme en sus bases, son precisamente sus asientos los que deben garantizar su sostenimiento y son los hombres encargados de dirigirlo responsables de la materialización del cumplimiento de sus fines.