En el marco de ésta narrativa, donde la pandemia propicia un cambio sustancial de vida y a la articulación de amplias perspectivas de cómo sobrevivir, observamos con preocupación que un nutrido de talento humano y de mano no especializada, se encuentra con los brazos cruzados; esto sin lugar a dudas conlleva a una real crítica de orden económico social.
Nos preguntamos ¿Qué podemos hacer? Fomentar el desarrollo microempresarial; proyectar la mirada hacia la producción del agro. Este período de la pandemia nos ubica en un campo de reflexión y de análisis crítico, teniendo en cuenta que estamos obligados a encontrar alternativas de solución que aporten estímulos a la enorme población de colombianos que se encuentran inactivos, pero deseosos de generar aportes para el desarrollo socioeconómico.
Con base en lo anterior, se observa a menudo que personas con recursos económicos por miedo a un posible contagio, han buscado como refugio sus parcelas, dándoles el verdadero valor que representa la tierra en materia de producción. Esta óptica de interpretación a lo que está sucediendo en la actualidad, concita a un urgente llamado al Gobierno nacional, para que haga un viraje integral al diseño e implementación de los planes de desarrollo de los diferentes entes territoriales del país.
Esta exposición sirve de soporte para buscar alternativas focalizadas a las soluciones reales del momento. No se justifica que en municipios de riqueza agrícola por sus tierras fértiles y aguas, se encuentren centenares de ciudadanos haciendo mototaxismo y el campo totalmente abandonado.
Es urgente y necesario que el Estado haga una reingeniería total a los programas curriculares dirigidos por el Ministerio de Educación Nacional, ente este que debe priorizar el proceso de formación de carreras técnicas, tecnológicas que permita a los jóvenes incorporar en su formación instrumentos y herramientas para convertirlos en defensores del campo que produzcan la tierra y logren frutos por montón y se sientan orgullosos de ser vanguardistas del campo.
Es triste y preocupante ver que los jóvenes de hoy, especialmente los de la provincia inmediatamente terminan sus estudios secundarios, se radican definitivamente en las ciudades capitales; algunos tienen la oportunidad de volverse profesionales; otros de ingresar al muro de la inoperancia y el campo solo; ya que no podrán regresar a él, puesto que motivaron a sus progenitores a vender sus parcelas. Debemos tener en cuenta que el campo lo produce todo.
Es recomendable sugerirle a los alcaldes fomentar junto con entidades de formación agropecuaria la implementación en sus programas de gobierno de Centros de Acopio, donde los labriegos no sean explotados por intermediarios, aunado a ello el Ministerio de Agricultura dirija incentivos y permita la sostenibilidad de éste valioso gremio de productores de la tierra a quienes debe dotárseles de todo lo necesario para que tengan una vida digna como se merecen, con salud, educación, vías, servicios públicos y demás componentes básicos como la seguridad e indispensables que mejoren su situación. Hay que abrir campo al campo.