En pocas semanas será el regreso a clases; alumnos y maestros volverán a encontrarse presencialmente, algo anhelado, útil, sano, de convivencia, incluso de amigos, porque los profesores son segundos padres y consejeros, además de instructores académicos.
La pandemia nos ha afectado a todos, nos cogió por sorpresa, o como dicen los viejos vallenatos: con los calzones abajo. Claro, cuando la gente usaba calzones. A los maestros sin preparación inmediata para temas virtuales y a los estudiantes sin equipos para el mismo tema, eso sin mencionar las locaciones de muchas escuelas urbanas y rurales carentes de instalaciones dignas para la enseñanza y aprendizaje; existe una pelea constante entre los jóvenes nativos digitales y maestros con fortalezas en la enseñanza tradicional y debilidades tecnológicas. Los tiempos cambiaron muchas cosas, pero la educación es uno de los temas más discutidos.
La forma de aprender cambió y la de enseñar también, llegar a acuerdos entre metodologías y nuevas tendencias y teorías educativas no es cuestión de días, la experiencia internacional muestra que es cuestión de décadas, mientras los gobiernos piensen que los maestros son agitadores políticos y los maestros piensan que los gobiernos son perseguidores eternos, como gato y ratón, la cosa no avanza, sigue ahí estancada, a veces sin rumbo, sin metas, vivimos ensayando cada día, incluso pasamos más tiempo haciendo informes para archivos que dictando clases.
Muchos profesores con décadas en las aulas están cansados, aburridos, pero no renuncian porque aducen que sus salarios no compensan; otros nuevos quieren entrar, pero las trabas normales, muchas de ellas oficiales, impiden los cambios, antes que favorecerlos.
Recientes y novedosas ideas de expertos pedagogos indican que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar las cuatro Ces: Pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad, lo que se convierte en enseñar habilidades de uso general para la vida. Soy de la generación que sufrió embates con los maestros “cuchillas”, con esos eternos problemas algebraicos y geométricos que muchas veces ni ellos mismos sabían resolver y tampoco al final servían para nada.
Cuántos jóvenes se evadieron de las escuelas por esas y otras tantas materias innecesarias, cuando sus habilidades eran otras. Me dice un viejo zorro educativo que bastaba con que la letra C estuviera incluida, es decir, escuela, buchacaras, cervezas y cheque. Los tiempos cambian definitivamente. Abrazos a mis inolvidables profes de aquellos años duros…