En la infancia, Luis Mizar Maestre sueña con la geometría celeste de noches luminosas y descubre que en la constelación Osa Mayor existe una estrella con el nombre de Mizar. Sorprendido por este hallazgo fonético, similar a su apellido, se sumerge en las honduras del pensar y el silencio, en los lentos recorridos por los libros de literatura y filosofía, hasta convertirse en un poeta universal.
En la historia del hombre están todos los días, las cosas y los nombres. En Luis Mizar están los días, los libros y los nombres de sus padres, hermanos, amigos, parientes cercanos, y entre los docentes que le ayudaron a develar la ruta generosa de la lectura y la poesía, el más recordado es el maestro Santiago Colorado, director del Grupo Literario ‘El Candil’ en la Universidad de Cartagena. A propósito, escribe Jorge García Usta: “El maestro Santiago se dedicó a reunir cada sábado a un grupo de jóvenes que amaban la literatura, con una disciplina de trote largo que casi rebasaba el inmenso aguante de su cuerpo; se metió en la aventura de mostrar caminos, limar petulancias y enseñar las flores y piedras del sendero”.
De los cinco libros de Mizar, el más comentado es ‘Psalmos Apócrifos’ (1996), Juan Manuel Roca, en el Magazín Dominical de El espectador (14/09/1997), escribe: “Esta poesía adhiere a la vertiente poética más clara de nuestro tiempo, aquella que entrelaza imaginación con reflexión filosófica. Además, Luis Mizar es el poeta que suscita notable interés, una persona calma, lector ávido, una especie de antena que percibe desde los vientos que bajan de la sierra hasta los aromas de las frutas de su valle”.
El poeta Mizar, que amaba a Jorge Luis Borges, dice con él: “Somos el tiempo. Somos la famosa parábola de Heráclito. Somos el agua, la que se pierde, no la que reposa. Somos como aquel griego que se mira en el río”.
Mizar es amante del río y las expresiones variantes del asombro. Es un pensador de las facetas de la conciencia del ser y su entorno metafísico. Se proclama empedernido pensador, lector reflexivo de las ventanas que muestran el interior del espíritu. En uno de sus poemas, se hace este interrogante: “¿Qué hace por aquí Mizar, el sempiterno meditador? Con la sonrisa de fraile que lo caracteriza”.
Con sonrisa de fraile y radiante inocencia, como la estrella que lleva su nombre, se fue su cuerpo; pero aquí quedan con nosotros las bondades de su condición humana y la sinfonía inagotable de sus poemas.
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Escritores amigos del poeta, han enviado sus mensajes de solidaridad, estos son algunos:
“No está mi cuerpo presente frente a la corporeidad que albergó tu inmensurable espíritu, pero están los amigos y los amantes de tu poesía. ¡Me esforzaré por hallarte de nuevo!” (Silvia Betancourt).
“Poeta, amigo y compañero en este inmenso oficio de vivir. Escribir es otro río con su andadura visible hacia el lugar. Profunda compañía” (Hernando Socarrás).
“Paz en tu tumba, querido poeta. Nos consuela que tu alma se presentó ante Dios, depurada de toda rebeldía terrenal y que hoy disfrutas de Su paz eterna en Su santo reino” (Argemiro Menco).
“Ojalá la muerte de nuestro querido poeta sirva de caja de resonancia en el oído de muchos cesarenses. La fe de que eso va a suceder, es segura. La voz de Mizar animará los talleres de poesía que seguramente se hacen y se harán en Valledupar y municipios del Cesar. Será eterna la gloria de Luis Mizar, no me cabe duda” (Donaldo Mendoza).