Cuando empezábamos el recorrido por el popular barrio Siete de Agosto, dos policías del cuadrante en una motocicleta nos presentaron su saludo y una recomendación: “siempre caminen juntos en este barrio”, y así lo hice con mi equipo de trabajo durante el trayecto que iniciamos en la carrera 25 con calle 31.
Al recorrer calle a calle nos percatamos de que hay muchas casas enrejadas, que parecían jaulas para proteger y no para retener, aunque así se sienten en este sector de Valledupar.
“Toda la vida hemos vivido en este barrio y esta casa esta así: enrejada porque hay muchos ladrones. Mi papá hizo este invento para que no se le metieran a cogerle el carro porque aquí lo guarda. Aquí vivimos una familia con tres niños y po0r eso le pedimos a las autoridades que estén más pendientes”, dijo Milena Leyva.
Como la paradoja de los pájaros. Las personas viven encerradas en jaulas construidas por voluntad y necesidad de cerrar el ingreso a extraños en sus casas. “Aquí uno vive escondido, como los presos y los delincuentes libres”, dijo María Isabel Hinestroza en una esquina de la carrera 27, frente a la iglesia del Siete de Agosto, a la que han asaltado en varias oportunidades.
Gabriel Angarita, propietario de una tienda en la 27 con carrera 29, tiene su negocio enrejado y no hay ningún acceso a los clientes al interior. Atiende a los vecinos del sector con amabilidad aunque con precaución. Y a la previsión del tendero se le suma una cámara de seguridad que registra los rostros de cada persona que se acerca a la reja.
“Esas cámaras protegen, los delincuentes le temen a las cámaras. Aquí atracaron a una señora y unos funcionarios de una empresa y a todos los atracaron pero en las cámaras quedó registrado todo”, dijo Angarita.
Pese a las estrategias de seguridad de los vecinos del Siete de Agosto, los delincuentes hacen de las suyas a plena luz del día en locales comerciales, esquinas y viviendas.
Don pilo