Por: Jose Aponte Martinez
‘No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso en este mundo la vida no vale nada’ J.A., pero no José Aponte si no el inmortal José Alfredo en su inolvidable ranchera Camino de Guanajuato, canción que tanto canté en sabrosas amanecidas en la cantina de Alcira Botello o Marquetalia de Reyita Guerra en el Cafetal o en el legendario Penjamo, centro cultural y artístico de Villanueva a donde concurrían las personas en procura de deliciosas y atractivas chicas; lo hacía casi siempre en compañía de Alfonso Acosta y mi compadre Mañiño, y le agregábamos unos tiritos al aire.
La vida no vale nada, El no los demuestra a cada rato y también nos hace ver que a pesar de gozarla dispone de ella cuando quiere y así no los acaba de demostrar a mi, a Mercy, Carlos Morón Belinda y Eva Blanco en una chancita bien pesada con entornos fatales para asustarnos y demostrarnos que solo El puede hacer esta clase de bromas.
Pasó esto: en un tranquilo y placido viaje sin sobresaltos ni sorpresas salimos de Barranquilla y después de recorrer muchos kilómetros, el carro hábilmente conducido por Belinda se hundió en un pozo lleno de agua, lo cual en forma inmediata le hizo perder el control haciendo una U y después se volvió un trompo, no se si sereno o carrancho, pero si muy rápido, y enseguida, se salió de la carretera y fue a parar a una cuneta profunda donde alcanzó a dar voltereta y media, siendo amortiguado por un guácimo que afortunadamente es de madera cauchúa como el totumo y el macurutú, que amortiguó y disminuyó la velocidad evitando así que el carro siguiera dando tumbos locos. Desde hoy le rindo gratitud y respeto al guácimo.
Lo primero que hice terminado el tornado, que duró segundos, fue llamar a lista, Mercy dije, aquí estoy contestó; Carlos! grité, estoy bien, dijo. Belinda! llamé, sí, estoy bien; Eva, Eva y no contestó y fueron unos segundos terribles. Entonces Belinda, su hermana desesperada gritó Eva, Eva, Eva y como una música celestial se oyó, aquí estoy. Estamos todos vivos grité y agregué ¡viva Dios!, gracias Dios mío y enseguida salió Carlos y desde afuera preguntó que quien estaba en capacidad de salir, yo , dijo Mercy y salió, después salió Belinda, pero antes y con mucho juicio apagó el carro; iba yo, pero como caballero y cortés con las damas, no lo hice, hasta cuando unos muchachos que llegaron atentos y solícitos sacaron a Eva que estaba casi enterrada y en posición fetal en el piso del carro, después fui yo; no teníamos sangre por ninguna parte pero si estábamos embadurnados de un pastel rosa que se había comprado en Price.. yo no se que, lugar de obligatoria visita de los que de aquí van a Barranquilla; nos abrazamos y quizás lloramos, pero de alegría y ahí si comenzó a llegar gente que nos sacaron las maletas, ambulancia con médico y enfermera de la Concesión Yuma ¡que buen servicio!, al igual que el de la Policía que nos prestaron ayuda y se encargaron de nuestra seguridad y de la del carro que quedó completamente destrozado, con perdida total; nos trasladaron gratuitamente al hospital de El Copey, en donde repetimos una película acaecida hace varios años y que no pude sacarme de la cabeza por espacio de varias horas, en donde nos prestaron con cariño, prontitud y eficiencia los primeros auxilios, incluidos el servicio de radiografías, sueros, analgésicos y cuanto medicamento necesitamos, nuevamente se lucieron en ese centro hospitalario los médicos Javier Urrutia Herrera y Yeimis Orozco con muchas enfermeras entre ellas la diestra y bonita Mariana Hernández.
Gratitud eterna al señor alcalde de El Copey, Wilfrido Ruiz, quien permanentemente nos acompañó en este terrible percance, al igual que los buenos amigos Wilfrido García y el Tacho, quienes en todo momento estuvieron ahí, al pie del cañón, consiguiendo todo lo que se necesitara para salvar nuestras vidas.
Nota aparte, merece el comportamiento del doctor Humberto Carranza, amigo de vieja data, especialmente de Álvaro Morón; había oído decir que era servicial y bueno pero no me imaginé que tanto, lo es en demasía y se ve que eso le gusta y que cuando lo hace alimenta su espíritu altruista; mil gracias Doctor Carranza, ojalá que nunca tenga la oportunidad de devolverle el favor en igualdad de circunstancias, pero sepa que aquí en Valledupar mi casa es la suya; lástima que en tantas virtudes que usted tiene, tenga ese manchón de ser liberal. Con esta crisis de valores y liderazgo que tiene mi partido, el Conservatismo, que bueno sería tener personas con capacidad y aptitudes como la suya.
Gracias también a todas aquellas personas que en el anonimato pero oportunamente nos atendieron y tendieron la mano para ayudarnos a superar ese terrible percance.
APARTE
De lo bueno, a lo que fuimos a Barranquilla, a celebrar los 90 de Armando Cuello Gutiérrez, Papito Mando, como le dicen sus nietos, nos encargaremos en la próxima columna que será una nota amena, sin dolor, porque ahí lo que hubo fue derroche de alegría y diversión de familiares y amigos que esperamos con ansias ver a Armando gozando de excelente salud para que por lo menos pique el otro cero y llegue a 100. Armando, ¨Viva Dios¨.
Pau con inmenso dolor Mercy y yo recibimos la ingrata noticia de la muerte de Yin, por razones de salud no pudimos acompañarte en unión de tus hijos, nietos y biznietos; a través de mi papá aprendí a quererlo y a respetarlo y yo continué y profundice más su amistad y pude conocer en él a un ser extraordinario de los que difícilmente se repiten. Si Dios quiere en las 9 noches estaremos procurándole un fuerte abrazo lleno de dolor y sinceridad por la desaparición del hombre bueno, servicial y filántropo que fue tu marido. Pau, ¨Viva Dios¨.