Las campañas pueden provocar anhelos de cambio y transformación de la sociedad, pero cualquier paso puede generar decepción y duros cuestionamientos, le está ocurriendo a Gustavo Petro, con una campaña admirable hasta el momento encontrando su punto cumbre con la designación de la luchadora Francia Márquez como fórmula vicepresidencial, vive horas amargas por cuenta de la visita de Juan Fernando Petro a la Picota en inexplicable encuentro con Iván Moreno Rojas, símbolo de la corrupción y símbolo de los negocios familiares en la administración pública.
Los detalles son insignificantes, si la invitación surgió de la cárcel y no de la campaña, que no fue el candidato fue su hermano, que le prepararon una trampa y lo siguieron con una cámara; de todo se puede decir pero no se puede ocultar que la visita existió y realmente generó repudio incluso en los seguidores petristas; era suficiente desde el principio desaprobarla, aunque habría sido mejor ignorar la invitación desde el mismo momento que llegó a las puertas del candidato o su familiar.
Si se habla de trampa no se ve al señor Juan Fernando Petro dirigiéndose al interior del panóptico en contra de su voluntad y no se encuentra ningún propósito altruista que justifique su reunión con el nieto corrupto de Rojas Pinilla; por otra parte, no es precisamente el lugar donde se tienen que buscar los votos para ganar en primera vuelta, al contrario, fue un movimiento que pone en riesgo lo logrado hasta ahora.
Unos meses atrás en el club Valledupar, templo de nuestra aristocracia criolla, se convocó a una reunión con el líder del Pacto Histórico, al terminar, una foto como suele suceder, pero dos de las figuras en la fotografía generaron curiosidad, por un lado Lázaro Calderón Garrido y por el otro Ricardo Chajín, ambos excongresistas exconvictos, realmente el escándalos suscitado en esa ocasión fue innecesario, actualmente son personas que disfrutan de su libertad y no tenemos razones para restringirle su presencia en reuniones políticas, su deuda con la sociedad fue saldada, pero esa situación debió servir de advertencia para escoger mejor a quien se visita y con quien posar para una foto.
En 1991 el talentoso arquero de la selección Colombia René Higuita fue sorprendido visitando al capo del narcotráfico Pablo Escobar preso en su mansión “La Catedral”, el admirado deportista no tenía aspiraciones políticas pero una mala jugada lo llevó a ser el centro de una gran polémica hasta terminar preso, se le señalaba de mediar para la liberación de un secuestrado y por ello se perdió de las eliminatorias y el mundial U.S.A 1994.
Ese es el precio que se paga acudiendo a citas reprochables desde cualquier ángulo, aunque el visitante no fue el propio candidato, lastimosamente su apellido está expuesto y eso en la opinión pesa mucho, siendo su hermano deja en la sensación que el círculo cercano del Pacto Histórico está desarrollando conversaciones extrañas con figuras que representan todo lo contrario a lo que promulga el candidato Petro, así que no se trata de un simple relato uribista, se trata de un episodio que desilusiona y puede costar, por lo que urgen medidas radicales para superar esto, una de ellas apartar al señor Juan Fernando Petro de la campaña y de manera pública, pero esto es mucho pedir.
Por Carlos Andrés Añez Maestre