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Visión periférica o catástrofe

El 2022 inició con fuerte turbulencia e incertidumbre económica mundial, Estados Unidos cerró el 2021 con inflación del 7%, el dólar en el país, en lo corrido de enero, oscila en promedio$3.980, impactando el poder adquisitivo de los colombianos. 

El panorama geopolítico pone de presente el pulso entre Estados Unidos, China y Rusia, en medio de la vigencia de la pandemia propuesta por el coronavirus, que aun genera una conflagración global con enorme capacidad destructiva en la destrucción de riqueza, de industrias, de medianos y pequeños negocios.

Winston Churchill sentenció: “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Esa premisa atina perfectamente en la clase política colombiana, sobre todo, en la constancia de pensar en las siguientes elecciones, rehusandose a la construcción de procesos de largo plazo.

Las jornadas de elecciones de marzo, para Congreso de la República y las consultas interpartidistas, moverán el escenario económico y determinarán las posibilidades de gobernabilidad del nuevo presidente. La conformación del nuevo Congreso de la República, advierte la aspiración del logro de curules mayoritarias en ambas cámaras, mediante el usufructo de la favorabilidad en las encuestas de Gustavo Petro. No obstante, está por verse que el Pacto Histórico logre materializar esa hazaña. 

Las actuales circunstancias socioeconómicas del país, América Latina y el mundo, invocan la necesidad de reconsiderar las actuaciones de los gobernantes, porque de lo contrario estaremos en la disposición de mover el péndulo político hacia la radicalización real o construida con narrativas carentes de credibilidad. 

En cada periodo electoral los candidatos recurren a la trillada estrategia retórica de considerarse “el cambio”, sin embargo, no han podido cambiarse a sí mismos.   

Este recorrido tiene paso obligado por el Departamento del Cesar, todo parece indicar que las curules en la Cámara de Representantes, continuarán en manos de sus actuales poseedores, con la salvedad del bisoño candidato Carlos Felipe Quintero, que a diferencia de su papá no será candidato por Cambio Radical, sino que enfrentará el reto de resucitar al Partido Liberal. Esa osadía, desde luego, muy valiente constituye una situación de alto riesgo. 

No veo opciones en las agrupaciones políticas denominadas “alternativos”, no por descarte inusitado, sino por precariedad en el trabajo político, reconocimiento de la gente y por desequilibrio económico para enfrentar una campaña demasiado costosa. En cuanto al Senado es muy probable que el Departamento del Cesar se quede sin una curul de dos que posee actualmente.

Estas elecciones para el Congreso de la República en el Departamento del Cesar, podrían definir el fin de la hegemonía en el poder de la familia Monsalvo – Gnecco. Claro, el cambio per se es inútil si el gobernante que asume el poder lo hace con visión electoral y no con la decisión de trabajar para solucionar los problemas del territorio. 
Tanto el país como el Departamento del Cesar, no pueden seguir reescribiendo el tradicional y atávico enfrentamiento ideológico y sentimental entre conservadores y liberales, entre godos y cachiporros, entre azules y rojos: dos banderías que, en el país, nunca fueron materia de libre elección personal, sino que se transmitían hereditariamente con el fanatismo de los dogmas religiosos: los viejos y queridos odios. Antonio Caballero, Capitulo 11, Historia de Colombia y sus oligarquías (1498 – 2017).

Por Luís Elquis Díaz

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