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Vino nuevo

“Pero el vino nuevo en odres nuevo se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan”. San Lucas 5,38. Muchas veces tenemos que responder el “por qué” para determinar el verdadero propósito de una costumbre. No podemos aceptar el hecho de siempre haberlo hecho así, como soporte para continuar manteniendo la vigencia de algo más allá de su propósito original. 

Jesús enseñaba que muchas de las formas de nuestras costumbres y maneras de encarar la vida deben cambiar. En este texto del epígrafe se ilustra que el vestido y el odre son el ropaje exterior, el contenedor de la sustancia; o sea, nuestra fe. El vestido y el odre representan las costumbres, prácticas, tradiciones y maneras en las que siempre hemos hecho las cosas; la manera en la que empaquetamos la sustancia de nuestras convicciones y realidades. 

Jesús manifiesta que ¡el vestido necesita remiendos y el odre ya es viejo! Lo que sirvió antes puede ser que ahora ya no sirva. Las épocas cambian, las culturas cambian y lo que nos servía hace pocos años puede ser que ahora no sirva. Algo rescatable de la pandemia es que nos obligó a reinventarnos.

La mejor vía para el cambio productivo es la de aclarar el propósito de existir.  La forma exterior, no el contenido es lo que debe cambiar; y es aquí en donde nuestra fe adquiere visos de eternidad puesto que su objeto de certeza y conocimiento de Dios permanece en el tiempo.  

Entramos en la disyuntiva de la fe honrada por el tiempo y las costumbres de larga data. Lo ideal es que si funcionan se fusionen para la fortaleza de las instituciones. La seguridad de los viejos odres reside en el apego a las costumbres de vieja data en lugar de la fe honrada por el tiempo. 

Queridos amigos: si bien de los jóvenes es la fuerza, la mayor fuerza estabilizadora está en la generación mayor. Los unos aportan el entusiasmo para la acción, los otros la madurez que representan las decisiones sabias para el progreso y la estabilidad. No podemos caer en el sofisma de pensar que la generación contemporánea hace mejor las cosas; lo que realmente ocurre es que estamos fracasando en ofrecer nuevos odres. 

Estamos mal equipados para servir el vino nuevo de la proactividad y del servicio desinteresado y honesto a esa próxima generación de hijos y nietos que vienen ya empujando en el tren de la existencia. 

El llamado de hoy es a obligarnos a evaluar nuestras metas y propósitos para lograr producir los cambios necesarios en nuestro crecimiento integral. A no desperdiciar tiempo y esfuerzos en tradiciones y costumbres, muchas de ellas malsanas y corruptas, que ya dejaron de ser vehículos válidos para el desarrollo personal y comunitario. 

Qué Dios nos ayude a no aferrarnos a las viejas maneras solo porque nos hacen sentir cómodos; sino que estemos dispuestos a reinventarnos cada día con la confianza que cada día traerá su propio afán. No será de “los veloces la carrera, ni de los fuertes la guerra, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; pues a todos les llega el tiempo y la ocasión”

Y finalmente, estemos tranquilos y confiados en Dios, creyendo que nunca decaerán sus misericordias y cada mañana será nueva su fidelidad. Seamos como odres nuevos que pueden conservar el agradable sabor del vino nuevo de su presencia. ¡Feliz fin de semana! Abrazos y bendiciones.

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