Por Leonardo José Maya Amaya
Bolívar surgió como un faro que iluminó el continente Americano, fue el hombre que marcó el curso de los acontecimientos de la independencia. Su genio se manifestó en todos los aspectos de la vida pública de su tiempo como militar, estadista, legislador, etc.
Lo sorprendente es que buena parte de su pensamiento cobra vigencia en nuestros días, por eso fue un adelantado a su época; su memoria cruzó la barrera de los tiempos para quedarse con nosotros. Su pensamiento aún marca el curso de nuestra historia.
¿Pero, dónde está Bolívar? Bolívar está en cada uno de nosotros, pero también está en las 10 mil cartas que escribió, en sus más de 200 proclamas, discursos, manifiestos, decretos que firmó; en cuatro constituciones que se redactaron bajo su inspiración. Bolívar el militar está en los 427 combates en los que participó, en las 37 campañas que dirigió personalmente, en los 90.000 Kms, recorridos en mula, caballo o caminando (equivale a darle la vuelta más de 2 veces a la tierra) y lo ves en los ojos de todo soldado honesto que defiende con fervor los colores de la patria.
Sus preceptos fueron claros: La independencia era la absoluta determinación de que los pueblos americanos deben ser libres de toda dominación extranjera, es decir, la capacidad de decidir sobre su propio destino, el segundo principio es el de la soberanía popular. Si la independencia se refiere a la libertad frente a toda tiranía extranjera, la soberanía popular se refiere a la libertad del pueblo frente a toda tiranía interna. Proclama que: “la soberanía del pueblo es la única autoridad legítima de las naciones”.
Si el pueblo soberano formado por seres libres e iguales es la fuente del poder, la forma del gobierno no puede ser otra que la República (el imperio de la ley), es el gobierno donde todos podemos participar para dirigir nuestras vidas. Sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, una república de iguales y sin privilegios. Esto es lo que hoy conocemos como justicia social.
Pero su rasgo más característico y que lo separa de la mayoría de los líderes de la independencia es la magnitud de su visión estratégica. Bolívar pensó la patria en términos del continente latinoamericano. Era una idea grandiosa de estos pueblos, una sola nación ya que tenían un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, comunes; debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados.
Bolívar fue un firme creyente en el carácter transformador de la educación, como gobernante y estadista manifestó preocupación e interés por la educación de los ciudadanos, dejó huellas como reformador y promotor, creó escuelas, decretó la obligatoriedad de la educación primaria e implantó numerosos colegios y centros de enseñanzas, incluso pensó en enviar estudiantes becados al exterior para perfeccionar sus conocimientos y traer al país nuevos aprendizajes.
Detectó el peligro de la corrupción: “es un terrible enemigo porque los corruptos no tienen bando político, su única lealtad es hacia el dinero”. Sólo unas instituciones fuertes, con leyes inexorables y tribunales imparciales serían capaces de imponer la justicia cuando fuere necesario.
Describió ante el congreso Constituyente reunido en angostura un cuarto poder El Poder Moral (Procuraduría, Contraloría)) que ejercería una autoridad plena e independiente sobre las costumbres públicas. Criticó la burocracia y el despilfarro de los dineros públicos.
Como estadista, el libertador actuó como presidente de Venezuela, Colombia y Perú, apegado a las leyes y a las instituciones republicanas, como legislador (crear leyes) abogó por el respeto y protección de las propiedades y formas de vida de los indígenas (reconocidos en la constitución del 91).
Por los anteriores y otros aspectos, sostengo que el pensamiento del libertador sigue absolutamente vigente 180 años después de su muerte, los problemas actuales son los mismos que enfrentó en su tiempo con su prodigiosa visión de mundo, los políticos de hoy debemos nutrirnos de su genio, sin olvidarnos que aún no hemos resuelto los problemas que tantos tormentos y traiciones le causaron.
¡Paz en la tumba del Sol de las Américas!
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