Revuelo y debate ha causado en varios países unas declaraciones del señor Vladimir Putin, el Primer Ministro de Rusia, quien ha dicho, palabras más palabras menos, al periódico Financial Times, que el liberalismo es un pensamiento obsoleto y ya no sirve para gobernar. En Colombia, esas opiniones han causado también sus reacciones, entre otros: Miguel Gómez Martínez, en el diario PORTAFOLIO, a favor de Putin; y Salomón Kalmanovitz y Santiago Montenegro, en contra, en el diario El Espectador, han reaccionado en contra. Buen debate…
Es de suponer que el señor Putin, quien lleva más de quince años como Jefe Supremo, verdadero Zar del poder en Rusia, con sus declaraciones está respaldando modelos populistas y autoritarios, tanto de derecha como de izquierda, en distintas partes de la geografía mundial. Lo cierto es que hoy más que nunca hay que defender esos principios liberales, por supuesto, me refiero más a los postulados filosóficos que a una ideología de un partido en particular.
A pesar de entrar en crisis cada cierto tiempo, y del desencanto de la gente en distintas partes y momentos: la democracia política y la democracia económica siguen teniendo toda la vigencia en Colombia, América Latina y el mundo. El derecho a elegir y ser elegido, la democracia y el pluralismo político, como dijo Churchil, el exministro Inglés, sigue siendo el menos malos de los sistemas políticos. Ahora, esa misma democracia requiere ciudadanos informados y formales, sociedad civil que le exija a esos gobiernos; que pida buenos resultados, transparencia, eficiencia y soluciones a sus problemas. No creo que los regímenes autoritarios lo hagan.
Además, ese liberalismo también hay que comprenderlo con una democracia económica: propiedad privada sobre los medios de producción, sin excluir la economía mixta, necesaria en muchos casas y otros tipo de propiedad; competencia de los mercados, intervención del estado en la economía, lucha contra la pobreza y la desigualdad, estabilidad monetaria, disciplina fiscal, entre otros paradigmas que permitan tener una economía con libertad y orden, como bien reza nuestro escudo nacional. Eso, nada más y nada menos, es el liberalismo económico, que tiene varios matices.
Ese liberalismo económico no significa capitalismo salvaje, ni más faltaba. Hoy, el estado moderno debe luchar por una mayor justicia social, una menor desigualdad e inequidad, que no es igualdad absoluta, que es imposible de lograr e inclusive no sería deseable. En Colombia, desde hace varias décadas, gobiernos liberales y conservadores, vienen aplicando políticas públicas de lucha contra la pobreza, de mayor acceso a servicios sociales básicos como la educación, la salud y el acceso a los servicios públicos mínimos de la vida moderna.
No se puede desconocer que muchas veces la gente pide gobiernos más fuertes y autoritarios, principalmente frente a la inseguridad y la delincuencia, que hoy afecta a la gran mayoría de las ciudades del mundo, incluyendo a nuestra querida Valledupar. En otras palabras, la ciudadanía pide políticas criminales fuertes y efectivas, pero eso no significa que rechace los fundamentos mínimos del liberalismo: democracia política y democracia económica. En ese orden de ideas, las ideas liberales siguen vigentes en el mundo y en Colombia, y hoy, más que nunca, hay que estar atentos a defenderlas de los modelos y los cantos de sirena del populismo de derecha y de izquierda. Así de claro y así de sencillo.
Bogotá, Julio de 2019.