La casta y la dinastía de los Díaz Maestre corre por las venas con su excepcional capacidad de componer e interpretar, sin embargo con toda la tristeza que me invade, debo decir que la locura y la indisciplina, propia de seres extraordinarios, los conduce a una vida agitada y a una temprana muerte, llenándonos de tristeza absoluta al folklor vallenato, especialmente a quienes adoraron a Diomedes Díaz y al gran Martín Elías por su bondad, su gran capacidad amatoria por los demás seres y por las fantásticas melodías que interpretaron con un rítmico sentimiento que enloquecían y daban alegría a infinitas multitudes.
Estos grandes hombres no perciben la muerte por ningún ángulo, siempre creen encontrarse en el jardín de la vida y en los pétalos de la creación. Esta situación los conduce a no tener las precauciones necesarias y convenientes para impedir cualquier evento que atente contra su vida, ignorando que la muerte no es externa a la vida, sino que constantemente esta incubada en ella y en el momento menos esperado llega, irrespetado todos los deseos, los éxitos obtenidos.
La muerte del Gran Martín Elías y el canto silvestre de Diomedes Díaz, que con su lírica, su melodía y su ritmo estremecieron corazones y conquistaron a los más grande amores. Aún más, tenían el don divino de personificar magistralmente el dolor y el sufrimiento que padecían otras personas… en cada verso, en cada melodía en medio de un son de acordeones que hacia vibrar el alma de tristeza para unos y de gozo para otros.
Estos juglares no eran seres normales, sino seres excepcionales, que cantaron a la vida con una sublime canción, que emocionó nuestro corazón y con su emocionante letra estalló la razón, abriendo las puertas al más afectuoso amor.
Diomedes Díaz y el Gran Martín Elías fueron poetas que nacieron como el árbol silvestre, que seduce con su natural encanto y embriaga con su encantador rítmico sonar, propagando melodías al amor que se fue y a aquel que llegará, al dolor que enternece y a la melancolía que invade. Solo el cantar del viento y el sonido del silencio nos envían a una profunda tristeza o a un festival de alegrías.
En este momento solo me cabe decir las presuntuosas palabras de Diomedes Díaz: “que los Díaz no nacen todos los días, pero si nacen se mueren y si viven se vuelven locos”. Me enaltece la melodía de los más sentidos vallenatos que emergieron de estos dos grandes intérpretes de los más profundos y puros sentimientos.
Los Díaz son y serán como el cardón guajiro, que no mata su rítmico cantar pese a la inclemente aridez de la tierra, nunca el tiempo lo derribará. Los Díaz permearán, serán inmortalizados en la sociedad de la música, en el universo de las emociones y en el mar de los recuerdos.
Por Mary Sol Morales y Raúl Gutiérrez Diuca