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Vidas de Francisquillo El Vallenato (Parte I)

“Hay en el Upar muchas naciones, en las lenguas y ritos diferentes,

Pero todas de fieras condiciones, y destas son los tupes más valientes,

Altos y de fornidas condiciones, y a los cristianos no muy obedientes” (Juan de Castellanos. “Elegías de varones ilustres de Indias”, segunda parte, canto primero, quinta elegía).

Corría el año 1528, y estaba como gobernador de Santa Marta el español Pedro de Badillo, quien fue el segundo español que descubrió el Valle de Upar, después de Pedro de Villafuerte, el asesino del fundador de Santa Marta, Rodrigo de Bastidas y quien había sido el primer alcalde de Santa Marta.

Badillo partió de Santa Marta con un ejército y su teniente Pedro de Heredia que llegó a ser el fundador de Cartagena. Seguidamente pasan a Dibulla o la Ramada, y continúan por el Valle de Upar hasta llegar a orillas del río Socuiga, que en lengua Dumana de los indígenas wiwas significa caudaloso o abundante. 

Estos wiwas eran los que habitaban desde épocas inmemoriales en las orillas de este río, que más tarde se llamaría Badillo. Estando allí, Badillo ordena la construcción de muchas casas de bahareque y palma a ambas orillas del río Badillo, como nos lo cuenta el cronista Juan de Castellanos.

 De pronto se les presentó a la vista un escuadrón de indios de hermosa estatura y de muy buena presencia, que eran indios Wiwas, totalmente pacíficos. Estos les solicitaron que les dieran permiso para pasar adelante, pero la respuesta fue totalmente agresiva.

Más adelante se aproximan al río Cesar, donde habitaban los indios tupes, y sostienen un aguerrido encuentro. Aquí logran capturar a un joven indígena tupe de aproximadamente 14 años, el cual se lo llevan de regreso a Santa Marta donde hay dos versiones: la una que lo terminan de criar en casa de Pedro De Heredia y lo bautizan con el nombre de Francisco Heredia. La otra versión dice que le fue vendido al escribano Francisco Miranda en calidad de sirviente.

En su estadía en la ciudad samaria, se dio cuenta de  las debilidades de la cultura española y recordaba con amargura los atropellos de ellos contra su raza indígena, entre ellos el robo de sus esposas, y la violación de sus hijas; también la esclavitud a la que fueron sometidos y el que guaqueaban las tumbas de sus mayores para robarles el oro.

Francisquillo sufrió muchas noches de insomnio recordando las crueldades de Ambrosio Alfinger quien se trajo del estado Falcón de Venezuela, y del lago de Maracaibo, 100 indígenas caquetíos atados a una larga cadena, donde cada indígena tenía una argolla en el cuello; cuando uno de estos indígenas no resistía el peso de las maletas que llevaba en su espalda y caía extenuado. ¡No se le habría la argolla para que muriera dignamente, sino que se le cortaba la cabeza para ganar tiempo en el recorrido!

También recordaba Francisquillo la vez en que Alfinger ordenó enjaular al cacique Guataca, jefe de los Pacabueyes, que residía en Támara o primer Tamalameque, encerrado en su jaula, Alfinger les prohibía que le dieran alimentos y agua mientras no le entregaran el oro que él exigía.

Cualquier día Francisquillo se voló de Santa Marta escondido con la firme resolución de hacer justicia a su raza, la cual lo recibió con alegría y prontamente se alió con Guataca, el cacique de los Pacabueyes, con el objeto de cumplir su proyecto.

Por ello resolvió mimetizarse en el ejército de Alfínger, fingiendo aceptar la esclavitud y cuando este iba por Chinácota, Norte De Santander, una flecha certera salió de su carcaj (lugar donde se guardan las flechas) que le quitó la vida al maligno alemán. Esto sucedió corriendo el año de 1531, cuando Francisquillo apenas contaba con 17 años.

Ya nadie le decía Francisco Heredia, sino que lo llamaban con cariño Francisquillo.

Parece que Guataca era de la misma etnia caribe del tupe Francisquillo, porque las crónicas dicen que los indios de Guataca, o sea los Pacabueyes, asistían al centro ceremonial de los indígenas tupes.

Algunos indígenas Malibues se hicieron amigos de los españoles, por aquello de bogar en el río Magdalena.

Nos encontramos ahora en el año de 1536, cuando Francisquillo contaba con 22 años. Estaba de gobernador de Santa Marta el español Pedro Fernández de Lugo, quien venía acompañado del poeta historiador Juan De Castellanos, y del futuro fundador de Bogotá Gonzalo Jiménez de Quezada, y de Alonso Martin, el capitán de la flota. 

La comisión venía bajando por el río Cesar y, al llegar a Tamalameque, Quezada se hizo muy amigo del cacique de este pueblo llamado Guataca, quien pasó a ser parte de la tripulación, y al cual hizo bautizar con el nombre del jeque Alonso. En un momento del viaje, el jeque Alonso decide devolverse con el pretexto de ir a conseguir más provisiones en el Banco o Sompallón (Magdalena); lo cierto es que antes había reunido a todos los caciques de los pueblos del río Magdalena con 2.000 canoas y 20.000 indios Pacabueyes e indígenas Tupes que comandaba Francisquillo el Vallenato, con lo cual logró combatir y matar a casi todos los soldados de la tripulación española que venía en canoas de regreso del interior del país, y  que esperaban llegar a Tamalameque. Así traicionó la amistad que le aparentaba a Quezada. El capitán de la tripulación Alonso Martin ordena para él un fuerte castigo. Pero Francisquillo logró huir.

La expedición de Quezada era guiada por los caciques Malibues que habitaban a la orilla del río Magdalena desde tiempos prehistóricos,  quienes en sus canoas iban delante de la flota, y ellos alertaron a la tropa de Quezada sobre un posible ataque de otros indígenas, y fue así como lograron capturar a una canoa en cuya interior venía el jeque Alonso. Esto sucedió en la ciénaga de Zapatoza donde Guataca fue castigado violentamente.

De los 150 hombres de Quezada, sólo quedaron vivos 20 españoles. Salvando muchas dificultades con los indígenas, Quezada logra llegar a lo que más tarde sería Bogotá.

Estando en el año 1538 el gobernador interino Jerónimo de Lebrón envió cuatro embarcaciones para castigar a Guataca, pero la expedición no dio resultado. Francisquillo logró huir.

En el año de 1540 estaban de regreso de Bogotá para llegar a Cartagena, y de allí a España, los tres primeros fundadores de la ciudad de Bogotá. Eran ellos Gonzalo Jiménez de Quezada, Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federman; con este regreso esperaban que el rey de España dirimiera la reyerta que había entre ellos.

Alonso Jeque o cacique Guataca permanecía alerta, y reinició el ataque, y los perturbaba en todo momento. Ellos por fin llegan a Malambo y después a Cartagena.

Cerro de La Popa.

El gobernador encargado Jerónimo de Lebrón resentido contra Quezada porque este no fue a su encuentro, parte en 1541 rumbo a Bogotá, por la misma ruta de Quezada, este trae las primeras mujeres españolas al Nuevo Reino de Granada, entre ellas la esposa de Francisco Henríquez, quien fue raptada por los indígenas Malibues del Banco, y es con esto que se inicia el mestizaje; viajaba con ellos el poeta Lorenzo Martín, el fundador de Tamalameque en 1544.

Pero las tamboras y caracoles de Alonso El jeque suenan a lo largo del río Magdalena, acompañados de columnas de humo con su clave escondida. Miles de indios emplumados se aprestan al combate, y el cielo se cubre de dardos. La lucha es inhumana.

De los caños suben escuadrones de canoas veloces que hacen piruetas en torno a los españoles; los arcos, las lanzas de chonta, las hondas, las macanas de guayacán, el polvo de ají, el tenebroso vocerío, el zumbido de las trompetas de balso, se miden con los arcabuces españoles.

Por: Ruth Ariza Cotes.

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