Mi madre, Ruth Ariza, obtuvo este premio con base en los siguientes méritos: con más de cincuenta años en el Magisterio, desde el preescolar hasta la universidad, y como maestra en las ciudades de Bogotá, Barranquilla, Málaga, Santander; Anexa a la Normal Superior, y en Valledupar en los colegios Loperena, Nuestra Señora del Carmen y Santa Fe.
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Como normalista superior y especialista en preescolar, psicología e higiene mental, se desempeñó como supervisora de educación departamental, asignada a la zona rural y a la zona indígena de la Sierra Nevada de Santa Martha.
Fue también coordinadora del programa de educación de adultos en la zona rural y fundó el Liceo Campestre Disneylandia, institución que brindaba educación alternativa, con orientación psicoanalítica, donde departían los niños pobres con otros niños de alta posición económica, en medio de un ambiente lleno de naturaleza y con una educación personalizada.
MADRE SUSTITUTA DE NIÑOS ENFERMOS MENTALES
En Bogotá, este grupo de niños internos, recibían tratamiento psicoanalítico y estaban bajo el cuidado de mi madre quien, con su gran amor maternal, complementaba la labor de los psicoanalistas, ofreciéndoles protección y ayuda, y reemplazaba la figura de sus propios padres, ya que esta era deficiente en sus hogares.
PROTECTORA DE LOS ANCIANOS Y DEFENSORA DEL TERRITORIO DE LOS INDÌGENAS
En Bogotá fue nombrada para brindar recreación a los ancianos pensionados y pobres del páramo de Sumapaz, donde estos expresaban sus dotes artísticas, y se les daban reconocimientos.
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De un día para otro la alcaldía de Bogotá ordenó desalojo y traslado de la población del páramo, en castigo por estar destruyendo el Fraylejòn para sembrar papa. Pensó como maestra que sería mejor reeducarlos, pero al oírlos hablar, descubrió que usaban palabras raras y otras en castellano, observando que las palabras raras eran de origen Muisca. Esta observación le sirvió para argumentar que a ellos no se les podía reubicar porque estaban ocupando el territorio ancestral de sus ascendientes Muiscas, y así evitó que fueran desplazados.
DEFENSORA DE INDÍGENAS
Fue nombrada supervisora de educación de las escuelas indígenas de la Sierra Nevada de Santa Martha, cargo que desempeñó por 10 años. A partir de este momento, descubrió el mundo y las culturas indígenas Arhuacos Koguis, Kankuamos y Wiwas, recorriendo grandes distancias a lomo de burro, mula o a pie, durante 17 horas de camino, de pueblo en pueblo.
Cuando se dirigía al páramo de Yèchikin y a las siete lagunas donde nace el rio Guatapurí, se enteró también de sus grandes problemas, y con base en sus conocimientos adquiridos en tres años de derecho en la Universidad Libre de Bogotá, se dedicó a trabajar para apoyar la defensa de sus territorios, y así también fue pieza fundamental para lograr que el Ministerio de Educación les aprobara su proyecto de etnoeducación bilingüe y bicultural y en lengua propia.
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También apoyó el proyecto de capacitación que desarrollaba USEMI, para que los maestros indígenas pudieran graduarse de normalistas superiores, ya que le tocaba hacerles seguimientos y evaluación a los maestros indígenas de las 52 escuelas, que estaban capacitándose; empleó mecanismos para que los maestros recuperaran la memoria histórica de cada pueblo, con la participación de los sabios y Mamos Mayores; también desarrolló dentro de la comunidad indígena labores de Dama Gris de la Cruz Roja, curando heridas, cogiendo puntos, y prestando primeros auxilios.
En el año 2001 fue nombrada como directora de la Casa Indígena de Valledupar, donde desempeñó una labor admirable, consiguiendo mejorar el nivel de vida de los indígenas que allí se posaban, ya que logró un auxilio de la Gobernación, y se reparó toda la infraestructura de la casa que ya casi se caía. Esta labor le ha sido reconocida por las autoridades tradicionales, donde el cabildo gobernador Kankuamo la declaró hija adoptiva de la Sierra, y miembro honorífico de los sabios Kankuamos.
POR: PIEDAD LUCÍA RAMÍREZ ARIZA /ESPECIAL PARA EL PILÓN.