La Constitución Política cumple 32 años, nació el 4 de julio de 1991, sembró grandes proyecciones, unas se alcanzaron y otras parece que no se materializarán sino se cambia el modelo centralista de la organización del poder en el territorio.
Aun así representa un pacto de convivencia que tiene que ser obedecido. Esta Constitución es la primera en el siglo XX que nació por exigencia de una ciudadanía que clamaba por un nuevo pacto constitucional, surgió con una fuerte legitimidad.
La expidió una Asamblea Constitucional, lo que nos enseña que un órgano distinto al parlamento puede ser el canal de manifestación de la voluntad del poder constituyente de una república democrática, el secreto estuvo y está en construir consensos democráticos, plurales, en un ambiente de tolerancia.
Tal dinámica reinó en las deliberaciones. Esto no descalifica al parlamento ni invita a su eliminación, por el contrario, hay que respaldarlo y fortalecerlo al salvaguardar su independencia y autonomía. El ambiente de pluralismo fue tan palpable que la presidencia fue ejercida por el triunvirato de Horacio Serpa, Álvaro Gómez y Antonio Navarro Wolf.
Ese ambiente de pluralismo, tolerancia y construcción de consensos en la diversidad de la Asamblea Constituyente es un modelo democrático que la república no puede perder en la oscuridad aparente de los momentos de dificultad y disparidad en métodos y fines.
La solución en la democracia siempre es construir consensos en medio de la diversidad y respetar los derechos de todas las fuerzas políticas. En los casos que no sea posible, considerar los derechos de las minorías cuando se apele al voto para que decida el que tenga la mayoría. La Constitución Política de 1991 es un modelo de manejo de las diferencias.
Lo más importante de esta Carta Política fue que superó la idea de una constitución autoritaria como la alternativa de gobierno de una sociedad democrática, tal y como se estableció en la convocatoria de las bases para la Constitución de 1886, y lo que primó fue una Carta Magna para la paz y garantista de los derechos humanos consagrada en una Carta de Derechos y el bloque constitucional como un conjunto de tratados de derechos humanos que hacen parte de nuestra Constitución y que es inmodificable por el legislador ordinario. Así se consagró la democracia constitucional.
También se pasó a la idea de un estado laico, con separación de la iglesia y del estado, sin reconocimiento oficial de credo religioso, todo un avance en materia de tolerancia en creencias. Se consagró el reconocimiento de la autonomía constitucional de los pueblos aborígenes y del derecho a su autogobierno. Nunca los indígenas habían conquistado tanto reconocimiento por parte de nuestras instituciones. Se limitaron los poderes excepcionales del presidente de la república y atrás quedó la triste fase de gobernar bajo normas del estado de sitio.
No todo ha sido color de rosa porque esta Constitución tiene su talón de Aquiles, es flexible y fácil de modificar. Una mayoría parlamentaria puede cambiar las reglas constitucionales como la ha hecho al menos 50 veces a lo largo de su vigencia.
La estabilidad de las instituciones constitucionales constituye garantía para los derechos y las libertades en un Estado Constitucional de Derecho y en una Democracia Constitucional, por lo que se requiere de una carta política rígida.