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Vergüenza propia

El titular de una columna del sábado pasado, me llamó la atención, decía que sancionaron a los concejales por chambones, título que no se compadece con el cuerpo de la columna que está bien escrita y con una somera crítica al hecho. Hay que recordar que muchos son los lectores de títulos, con eso les basta y sacan sus propias conclusiones, y una de ella sería “sí, qué chambonada, no hacer bien el chanchullo” o como se llame.

No es chambonería, es clara y llanamente corrupción, el mismo bicho, de mil cabezas, que ha herido gravemente al país en todas sus estructuras. Sí, eso es corrupción y es vergüenza propia, no ajena, porque al parecer eran nuestros honorables concejales por los que votamos con el convencimiento de que serían los idóneos para limpiar de tantas triquiñuelas y trapisondas que a diario se han dado en distintas periodos administrativos de la corporación.

Quince concejales destituidos e inhabilitados, como para records guiness, quince de los diecinueve elegidos para ser honorables o por creerlos honorables; cuando digo vergüenza propia es porque no es ajena por alguien que está haciendo el ridículo, sino por los ‘señores’ en los que un pueblo creyó y les dio un voto que es sagrado; entre los derechos sagrados que tenemos es el voto, el elegir a alguien para que los pueblos sigan por la ruta correcta, se desarrollen en medio de la limpieza y el decoro.

Hace años, no recuerdo en qué momento eso cambió, los concejales aspiraban a un puesto que era ad honoren, quizás uno que otro sería corrupto, pero el cuerpo del concejo era confiable, era gente que tenía como principio de sus vidas el servicio a los demás, no al propio. Ahora no solo aspiran por la paga, sino por las tajadas que puedan sacar; conocí el caso de alguien que estuvo en una mala situación económica y de un momento para otro lo he visto con carros último modelo, excelentes viviendas, en fin, ricos. Y pregunté, cómo hizo, la última vez que lo requerí, mi interlocutora se alzó de hombros y me contestó: “Ju, yo creo que tiene un puesto en el concejo”.

Aquí se toman estos asuntos con el folclorismo de siempre, se ríen, “Erda quince, qué goleada”. Yo insisto en “¡Qué vergüenza!” Tanta gente conocida que miramos en el periódico y nos duele que defrauden de tal manera a un pueblo que merece tanto como Valledupar, que nos defrauden a los que votamos con convicción por ellos ( por el candidato que creíamos honesto).

Hay otro titular que se refiere a que los concejales están esperanzados en que en segunda instancia se les resuelva la situación, si así fuera, ya quedarían mal, por no decir marcados, ante la opinión pública, ya no serían confiables; seguirían dando vergüenza propia. Corrupción rampante, no chambonería, insisto.

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Mary_Daza_Orozco: