El papa Francisco sigue rompiendo protocolos durante su visita en Colombia. No basta con descender de su vehículo y saludar al público, porque ayer viajó vía terrestre desde el aeropuerto de Rionegro hasta Medellín, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas en Antioquia.
En un día histórico para la ‘Eterna Primavera’, más de un millón de personas congregadas en la pista del terminal aéreo recibieron al Sumo Pontífice. A las 10:30 de la mañana, Francisco llegó al aeropuerto Olaya Herrera en un momento de emoción colectiva en el corazón de los presentes y lleno de pañuelos blancos ondeantes como señal de bienvenida. El viaje, que inicialmente estaba previsto hacerse en helicóptero, tuvo que realizarse por tierra, vía Avenida Las Palmas, debido a factores climáticos.
A su llegada, el alcalde Federico Gutiérrez Zuluaga le entregó la llave de la ciudad al Santo Padre, como símbolo de este hecho histórico. Además, el mandatario local le obsequió un carriel antioqueño y un poncho. La primera dama de Medellín, Margarita María Gómez, le entregó un sombrero.
En la pista del Olaya Herrera, su Santidad abordó el papamóvil en el que recorrió la plataforma y le dio su primer saludo a quienes lo esperaban. La Red de Escuelas de Música de Medellín entonaba, al mismo tiempo, con solemnidad la canción Cerca de tu altar Señor.
El diseñador gráfico Juan Rodrigo García fue el creador de esta versión de la llave de la ciudad. El encargado del trabajo de joyería fue John Edison Castaño, un talentoso joven sordomudo que labora en una empresa dedicada a la actividad de ornamentación de piezas como esta.
La llave, entregada al Papa en una caja de madera forrada en terciopelo, fue elaborada en acero inoxidable, tiene 26.9 centímetros de ancho y 10.5 centímetros de largo y en ella se plasmaron lugares representativos de la ciudad de Medellín como el edificio Coltejer, el Museo de Antioquia y la Catedral Basílica Metropolitana.
Con los niños
En su tercera jornada en Colombia, el Papa celebró una misa en el Aeropuerto Olaya Herrera, de Medellín. Más tarde el Pontífice visitó la Casa Familia San José, donde conversó con niños abandonados o en situaciones desfavorables.
“Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza”, expresó el Pontífice.
En esta institución administrada por religiosas, el Papa, en compañía del director del Hogar, monseñor Armando Santamaría, escuchó conmovido a Claudia Yesenia, quien perdió a sus padres en una masacre.
“Te doy las gracias a ti, Claudia Yesenia, por tu valiente testimonio. Escuchando todas las dificultades por las que has pasado me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos”, reveló el Papa.
Recordó que “también el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte”.
Francisco le comentó a la niña que “Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos”.
“Este «hogar» es una prueba del amor que Jesús les tiene y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Lo hace a través del cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y los educan”, sostuvo.
Finalmente dijo que se compromete a rezar por los niños de esta casa “para que en este ambiente de amor familiar crezcan en amor, paz y felicidad, y así puedan ir sanando las heridas del cuerpo y del corazón”.
“Dios no los abandona, los protege y asiste. Y el Papa los lleva en el corazón”, concluyó.
El testimonio
Así habló Claudia Yesenia ante el Santo Padre, quien visitó este sábado la obra de los Hogares San José de Medellín, recibió rosas de un grupo de 500 niñas y presentó una ofrenda ante la imagen de San José.
“Mi nombre es Claudia Yesenia García Ramírez. A mis dos años de edad, perdí a mi familia en una masacre provocada por la guerrilla, en San Carlos, Antioquia. Solo sobrevivimos 10 niños y mi tía.
Desde ese momento nuestras vidas cambiaron. Yo también me vi afectada, recibí un disparo en el abdomen y una bala rozó mi cabeza y me dejó esquirlas, por lo que estuve mucho tiempo hospitalizada.
A mi tía se le cerró el mundo y no sabía qué hacer, porque quedamos 10 niños entre 2 y 8 años para sacar adelante, pero Dios es tan grande, se dio cuenta de la obra de la Arquidiócesis de Medellín, los Hogares Infantiles San José, y acudió a monseñor Armando Santamaría, pidiendo ayuda. Él nos recibió a todos en los hogares, como nuestra segunda familia.
Llegué al hogar a los 2 años, hoy tengo 13 años y con alegría puedo contar que soy una niña feliz, porque sané mis dolores y tristezas con el amor recibido y la oportunidad de una vida nueva.
Tengo todo lo que necesita una hija de Dios para ser feliz: la fe, el calor de hogar, buena formación, salud, alimento y estudio. Estoy en la Normal Antioqueña en el grado octavo, preparándome para ser maestra y enseñar los valores que he aprendido.