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Venta de drogas a niños y jóvenes sin control

El periódico capitalino El Tiempo publicó un informe en el que afirma que “El paquete de ocho a diez pastillas cuesta apenas 500 pesos, lo mismo que una colombina o un par de chicles. Las pepas son cuadradas, diminutas, tienen un color grisáceo y se pueden consumir de dos maneras: bajo la lengua o incrustadas en el párpado inferior. Durante 20 minutos provocan alucinaciones y relajación. Pero lo peor viene después: dependencia”.

Algo parecido ocurre en Valledupar entre niños y jóvenes, y no precisamente en los parques, sino en las puertas de los colegios, en los salones de clases, en el corazón de la academia, donde se suponen van a educarse para la vida, no a dañar su vida.

Este año EL PILÓN ha sido insistente e incisivo con este tema y hemos hecho visible a través de distintos informes cómo está la situación en las distintas comunas de la ciudad. Ya está bueno de tanto discurso, de anuncios y de manifestaciones de lucha contra este cáncer que corroe la sociedad en su más sagrada parte: la juventud.
En estos momentos están en vacaciones escolares y aunque sabemos que no paran de consumir drogas, da un margen para preparar una estrategia de impacto en los colegios.

¿Qué hacer para que en los colegios públicos (por lo menos para comenzar) no vayan los estudiantes bajo los efectos de sustancias sicoactivas?

No hay que ir muy lejos, ni sorprenderse por las noticias que llegan de la capital del país, en Valledupar también venden ‘pepas’, que son usadas por niños de 10 y 12 años, las cuales camuflan en botellas de agua, chicles, billeteras, y las mezclan con jugos, refrescos y hasta con licores, incluso lo hacen en una mezcla de alcohol séptico y agua, a la que también le agregan bebidas colas. Los informes aseguran que los jóvenes mezclan líquidos tóxicos con golosinas -como leche azucarada en polvo-, para resistir la inhalación de cantidades más fuertes y nocivas.

¿Ahora que están en vacaciones los jóvenes dónde las están comprando? Las autoridades (Policía de Infancia y Adolescencia, Icbf, entre otras) hacen esfuerzos sobre humanos para detener esta práctica, pero infortunadamente es un monstruo difícil de matar. Incluso saben que los barrios que los barrios donde reciben más denuncias sobre el consumo de sustancias alucinógenas son Villa del Rosario, Mayales, Doce de Octubre, Primero de Mayo, Los Fundadores, Ciudadela 450 Años, Casimiro Maestre, Siete de Agosto, Garupal y La Nevada.

Si queremos una ciudad mejor, con habitantes proactivos, con una comunidad que promueva la cultura ciudadana y trabaje para cuidar su barrio, se debe comenzar por rescatar a los niños y jóvenes de las garras de la droga. Esa es una apuesta que no debe diluirse en pequeños contratos de prevención.

Categories: Editorial
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