La crisis entre Colombia y Venezuela se agudizó anoche con el llamado que hizo el presidente Juan Manuel Santos a su embajador en el vecino país, acción que también hizo el mandatario de los venezolanos, Nicolás Maduro. El propósito es conocer desde el cuerpo diplomático la situación de los colombianos en la nación bolivariana para tomar medidas, lo cual no necesariamente significa ruptura de relaciones, sino el análisis de las relaciones binacionales.
La deportación de miles de colombianos en medio de agresiones y el cierre de la frontera de manera unilateral por parte del gobierno de Nicolás Maduro ha generado la indignación de casi todo el país, y aunque han reclamado una reacción enérgica de parte del presidente Santos, la situación ha sido manejada con tacto para no crear un conflicto agudo, que después sea difícil de reversar.
No se puede ceder a las provocaciones del presidente venezolano, hay que acudir a la prudencia, a la diplomacia, que es preferible a un escenario de confrontación con resultados nefastos. El pueblo hermano, que siempre se ha caracterizado por las buenas relaciones, por el intercambio comercial, debe mandar una señal de protesta simbólica, porque seguramente ese no es el sentir de colombianos y venezolanos que históricamente han estado unidos.
Es urgente que las oficinas de Gestión de Riesgos del Cesar y La Guajira no bajen la guardia frente a la atención que requieren los colombianos deportados de Venezuela, muchos oriundos de esta región que se fueron al vecino país a buscar mejores oportunidades.
El cierre de la frontera tiene un alto impacto negativo para las relaciones comerciales lícitas, para las familias que por años han dependido de la actividad en la ‘raya’. No nos imaginamos una frontera cerrada a largo plazo. Ojalá sea como aseguran algunos expertos, que esta es una crisis provocada con intención para manipular las elecciones venezolanas que tendrán lugar en unos meses, y que todo se solucione en el nivel diplomático.
Ahora solo quedan preguntas: ¿Qué pasa con las personas que fueron deportadas y dejaron a sus hijos y otros familiares en Venezuela? ¿Qué pasará con los más de tres mil estudiantes que estudian postgrados en las universidades del Zulia, Rafael Belloso Chacín, Urbe y la Universidad Central de Venezuela, entre otras?
Que Colombia y Venezuela vuelvan a ser naciones hermanas.