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Venezuela: crónica de un fraude anunciado

Semanas antes de las elecciones en Venezuela, escuché a muchas personas pronosticando el triunfo de la oposición y el fin del chavismo, en cabeza del dictador Nicolás Maduro.  Cuando pude expresar mi opinión les decía lo mismo: el triunfo de Edmundo González es prácticamente seguro, pero otra cosa es que Maduro entregue el poder pacíficamente.  

El asunto es de sentido común.  Después de tantos años de corrupción, crímenes y fechorías de un gobierno que persigue y asesina ciudadanos de la oposición hasta en países extranjeros, es casi seguro que su dirigencia quedará expuesta a comparecer ante la justicia nacional y, la que es más temible, la justicia internacional.  En esta eventualidad perderían libertad, poder y fortunas o, al menos, no la podrían disfrutar. Hacha, calabaza y miel.  

En sus últimos años de gobierno, Chávez proyectó su revolución para que se perpetuara en el tiempo, al mejor estilo cubano, apelando a la intimidación y la fuerza, apoyándose en tres pilares: primero aseguró la lealtad irrestricta de las fuerzas militares, removiendo todos los oficiales que fueran neutrales o contrarios a su línea política y gradualmente les entregó la mayoría de los cargos de poder, premiándolos con el manejo de los recursos del Estado con los resultados ya conocidos. Su segunda estrategia fue la de fortalecer los temibles y eficaces grupos de inteligencia nacional como el Sebin y Disip para investigar, perseguir, encarcelar y torturar líderes y miembros de la oposición, lo cual han ejecutado en forma macabra hasta en países extranjeros como Chile, imitando la Unión Soviética de Stalin; estas terribles fuerzas alineadas en favor del gobierno ha sido un arma disuasoria muy temida en el vecino país.  

Su tercera estrategia fue armar a cientos de miles de civiles, los peligrosos colectivos chavistas, una fuerza paramilitar de base muy popular, fieles al gobierno, con licencia presidencial para actuar contra protestantes pacíficos de la oposición sin restricción alguna, tal como la han vuelto a hacer en las últimas manifestaciones, encapuchados y armados con fusiles para asegurar el terror.  Eso es fascismo puro. Como es natural, primero Chávez y después Maduro, afianzaron alianzas militares con países enemigos de occidente, como Rusia, China, Cuba, Irán, etc., aumentando su poderío militar.

En el plano interno, la tarea la completaron acabando con la prensa libre y cooptando todos los órganos de control, el poder judicial y el poder legislativo.  Silenciaron las voces disidentes sin escrúpulo alguno y mantuvieron bajo amenazas a los líderes políticos.  

Pero la miseria y el tiempo han venido socavando las bases en que se sustenta la mal llamada revolución bolivariana.  Se rumora que el grueso de la tropa está en los límites de la miseria y que hay un descontento en las bases que no se lucran, como sus generales, del dinero obtenido de la corrupción. Los colectivos chavistas distan mucho de su cohesión, lealtad y poderío inicial, debido a que no hay dinero para sostener estos grupos.  El rechazo popular es mayoritario y se ha perdido el temor, contrario a los días de Chávez.  

Hasta antes de la aparición de Corina Machado, la dictadura parecía indestructible y capaz de destrozar a cualquiera que osara enfrentarla.  Pero el liderazgo unificador, fresco, inteligente y valiente de esta mujer ha puesto la dictadura contra las cuerdas y ha envalentonado a un pueblo que carecía de líder.  Que Dios esté con María Corina, Edmundo y el valiente pueblo venezolano.

Por: Azarael Carrillo Ríos.

Categories: Columnista
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