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Valor y generosidad

“Solamente esfuérzate y sé muy valiente…” Josué 1,7

Pensando en algunas características que debemos desarrollar para hacer más llevadero este tiempo en casa, vienen a mi mente, especialmente dos: el valor y la generosidad.

El valor es el resultado del destino abrazado. Es tener una resolución que no se abandona ante la adversidad. Es luchar por convertir los sueños en realidad. Valor es mantenerse en el juego cuando otros se rinden. Valor es permanecer juntos en familia cuando todos opinan que no vale la pena seguir. Valor es enfrentar las crisis y mantener la calma. Es tener las agallas para defender las convicciones. Valor es no dar la espalda ante la lucha. El valor es invisible, pero cuando se posee se notan los resultados.

El valor no sucede solo. No es algo con lo que nacemos. Lo contrario, nacemos con aversión al riesgo. Nacemos para evitar la confrontación. Por eso, el valor se construye a través de la intimidad con Dios, con la obediencia y consonancia con su palabra. Se edifica teniendo valores y principios por los que valga la pena luchar. Con saber distinguir el bien del mal y comprometerse a hacer lo correcto delante de Dios y de los hombres. Un modelo de valor es Josué y la historia de la conquista y repartición de Canaán, quien necesitó el impulso de Dios para, con valentía, llevar a cabo la monumental tarea de la tierra prometida.

Considero que hoy día, se necesita valor para permanecer en casa, para aceptar las limitaciones propias del encierro, para permanecer de buen talante con la familia. Hoy día se necesitan hombres de valor que puedan soportar el peso emocional del encierro y habiendo acabado, seguir siendo sacerdotes del hogar, proveedores, directores y hombres plataforma de su familia. 

Una segunda característica deseable es la generosidad. Recuerdo aquí la historia de un profeta, parte del equipo de Eliseo, quien murió y dejó deudas. La viuda acude a Eliseo con el problema que los acreedores vienen a llevarse a sus hijos como parte del pago. Eliseo le pregunta: ¿Qué tienes en casa? Acto seguido, le da la estrategia para multiplicar el aceite, venderlo, pagar y vivir de lo restante.

La generosidad hace que seamos personas de fiar. Es una manifestación externa de un carácter interno y desinteresado. El amor por los otros es un acto de generosidad. Necesitamos ser generosos para buscar otras vasijas y mantener el aceite fluyendo en las casas vecinas. El generoso piensa con nobleza y por su generosidad será enaltecido. La generosidad nos impele a pensar en términos de otros. A ser solidarios y amables los unos con los otros. A dejar el egoísmo y actuar en procesos colectivos, a no conjugar tanto el yo, sino el nosotros. El valor es una actitud interior, hacia mí mismo; la generosidad se manifiesta hacia otros.

Asumamos con valor individual y generosidad colectiva los momentos críticos que nos ha correspondido vivir. De aquí, saldremos purificados por el fuego de la aflicción y seremos mejores personas de las que éramos. Formemos cimientos fuertes en nuestras vidas, agarrados de la mano del maestro… porque, ¡esto también pasará!

Un abrazo solidario en Cristo.

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