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El valor de la amistad

A través de la historia, se han tejido amistades, como se han tejido chinchorros y atarrayas. Unos para descansar, otros para pescar; la amistad para disfrutarla, degustarla y valorarla. Nos encontramos en el trasegar de la vida, con  verdaderas muestras de aprecio  que dignifican  el valor de la amistad. Un ejemplo bíblico de la amistad la encontramos en David y Jonatán, el hijo de Saúl; dicen las escrituras que la lealtad de Jonatán a su amigo David, superó a la de su padre y sus propias ambiciones (1 Samuel 18:1-4; 20:14-17).

Jesús y los Hermanos Lázaro, María y Marta: en los evangelios vemos a Jesús en la casa de estos tres hermanos por lo menos en dos o tres ocasiones. “Cuando Lázaro muere, Jesús llora por su amigo y lo resucita. Juan 11:5 dice que Jesús amaba a estos hermanos”. Los verdaderos amigos son aquellos que no te dan la espalda en los momentos críticos de la vida, te apoyan y nunca se apartan de ti. Proverbios 17:17 dice que “En todo tiempo ama al amigo, y el hermano nace para tiempo de angustia”

En Valledupar hay historias que nos muestran lo sensible que somos los vallenatos, que valoramos al amigo y lo elevamos a la categoría de hermano, al punto de creerlo y sentirlo como algo real, hay amigos que queremos como hermanos. Los hijos de tus verdaderos amigos son tus sobrinos y los amigos de tus papás,  son tus tíos. Recordemos la amistad de Escalona y Jaime Molina perpetuada en la canción de Escalona: “La cosa comenzó muy niño, Jaime Molina me enseñó a beber, a donde quiera estaba, él estaba conmigo; y a donde quiera andaba yo estaba con él. Ahora me duele que él se haya ido yo quedé sin Jaime y él sin Rafael”, nuestro sentimiento provinciano se engalana en esta oda a la amistad sincera y perpetua. En el ocaso de su vida el maestro Escalona aún derramaba lágrimas al recordar a su amigo de siempre.

Rafael Manjarrez le cantó a Hugo Aroca con verdadero sentimiento:  “Que yo tenía un amigo, un gran amigo, como mi hermano; y el que aprecia a un amigo, es puro y digno, sincero y sano”. Como estas historias inmortales, encontramos regadas en cada rinconcito de esta hermosa tierra, en cada cuadra de cada barrio y sector, en las laderas del campo y en el corazón del campesino bohemio que se inspira para cantarle a la naturaleza, pero también al hermano, al compadre y amigo. Hay que valorar y querer al amigo, al que te perdona la ofensa, te abraza y llora contigo. Al que se sienta con tus viejos y los quiere y siente como a sus propios padres. Esas son las amistades que nunca debemos perder, ni abandonar; regarlas como se riega un jardín para cultivar bellas flores. El colorido y dulce aroma, al final, la recompensa se da cuando en tus manos tengas la rosa, sin importar que te hinquen las espinas. Sin duda tendríamos un mundo mejor si en vez de odios sembráramos amor y en vez de enemigos cultiváramos amigos, hermanos del corazón. Hay que contribuir en la confección de un mundo mejor, el legado más importante dejado a nuestros hijos será la enseñanza para llenar el corazón de afecto y ser buenos amigos. Desde esta tribuna, con el corazón henchido de orgullo y cariño, exalto a mis amigos de siempre: Walter de Jesús González Rodríguez, Alfredo Camilo Amaya Torres y a Miguel Tomás Ariza Ali. Compadres y hermanos de mi alma.  Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: