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Vallenato bravo: Carlos Huertas, el cantor de Fonseca

Las canciones de Carlos Huertas resguardan la esencia del vallenato clásico.

Es tarea propia de los jóvenes. Las nuevas generaciones del Caribe deben volver al vallenato tradicional, reanimar el folclor criollo que padece una enfermedad inducida y que podría ser terminal.
Por esa razón decidí hacer esta serie de escritos para, desde mi postura y mi lugar en la región, reivindicar el verdadero sentido de nuestro vallenato, del viejo vallenato aquel que podría quedar difunto en el tiempo si no hacemos lo posible por revivirlo.


Los jóvenes y muchos adultos no saben del gran caudal lírico, narrativo y poético que deja sepultado constantemente el fenómeno de la globalización en nuestro folclor nacional y en nuestra región; globalización absorbida a través de los medios de comunicación y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).


Andamos felices por el mundo disfrutando de géneros derivados (extranjeros por lo general), de “mezclas” que nos parecen originales por su mediocridad e “irreverencia”; disfrutando de artistas con ningún tipo de consideración por lo social, gozándonos una fiesta que no es de nosotros.
En ese sentido, empezaré, pues, por rescatar de la selva del olvido, a compositores, anécdotas y canciones que significan y dignifican realmente lo que es nuestra fiesta, nuestro ditirambo caribeño popular enmarcado en los ritmos de la música de acordeón, caja y guacharaca.


La primera entrega de esta serie Vallenato bravo se centrará en el que considero es uno de los compositores que más se ha venido perdiendo en el tiempo; y lo digo porque como joven lo he descubierto de forma tardía (y déjenme decirles: ¡qué hallazgo!): me refiero exactamente a Carlos Huertas, excelso poeta guajiro, autor de verdaderos himnos vallenatos.


¿Quién no ha escuchado ‘Tierra de cantores’, ‘El cantor de Fonseca?’. Quizá todos hemos escuchado esas canciones, pero al igual que muchos desconocen que pertenecen a Carlos Huertas; composiciones que junto a otras definieron la música de guitarra en el Caribe colombiano.


Con su visión propia de buen guajiro enmarcó el departamento y su cotidianidad en canciones que marcaron historia, canciones como ‘Orgullo guajiro’, ‘Abrazo guajiro’, ‘La casa’, entre otras; lo cierto es que muchas de sus canciones sobreviven aún en versiones que nos alejan de la verdadera historia, del verdadero autor y del verdadero sentido del vallenato que, en el 2015, fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

HIJO DE LA GUAJIRA


A Carlos Enrique Huertas Gómez algún día alguien le preguntó ¿de dónde es usted, que canta tan bonito esta parranda?; él seguramente no se sorprendió. El interlocutor de Huertas se extrañaba del ritmo tan armónico y extraño que escuchaba; se le antojaba que sus cantares, son de una tierra desconocida. Carlos Huertas le respondería: ¡Yo soy del centro de La Guajira!


Huertas Gómez nació en Dibulla, frente al mar Caribe, un 21 de octubre del año 1934; donde vería cantar más adelante a Santander Martínez, a Bolañito, a Francisco El Hombre, a Lole Brito y al Sr. Luis Pitre… y aprendería de los acordeones de más renombre. Desde adolescente le gustó el mundo mundano. Andar se convirtió en su pasión, por lo que dedicó gran parte de su vida a moverse por cualquier camino que viera posible; desde luego, influenciado por su padre, que por ese entonces trabajaba en el proyecto de “Vías nacionales” y mantenía moviéndose entre los pueblos guajiros.


Desde muy temprano —nos cuenta el mismo Carlos— se inició en la música, en el corregimiento de Distracción, zona media de La Guajira; estimulado y ambientado por el sonido mágico del acordeón, aprendió a hacer versos al lado de Álvaro Castilla y su guitarra prodigiosa, de la cual aprendería algunos secretos; su abuelo, que era profesor de música, le ayudó en su formación ulterior.


A los 16 años emprende viaje a Venezuela donde haría algunos estudios de conservatorio musical; allá, en la hermana república, también aprendería a componer canciones en varios ritmos. Ya se notaba por entonces la vena artística heredada de su padre Carlos Modesto Huertas, quien tocaba varios instrumentos, entre esos la flauta, el tiple y la guitarra; éste último instrumento se convertiría en el compañero predilecto del compositor en sus viajes a los pueblos del centro guajiro, donde con su instrumento bajo el brazo se convertía en oasis musical de aquel desierto árido y lleno de contrabando que era el departamento de La Guajira por entonces.


Amilkar Huertas, hermano de Carlos, nos cuenta cómo era la situación por aquellas épocas: “Mi padre trabajaba en ese entonces en el proyecto de ‘Vías nacionales’, construía carreteras y viajaba mucho. Se llevaba a Carlos en sus correrías, que desde muy niño siempre anduvo con su guitarra. Por esos viajes es que él canta que nació ‘en Dibulla, frente al Mar Caribe, de donde muy pequeño me llevaron, allá en Barrancas me bautizaron y en toda La Guajira me hice libre’. Yo nací en Distracción, que antes era parte de Fonseca y era la tierra de mi madre, donde se crió también mi hermano. Laura, que es la mayor, nació en Riohacha y Hugo en Barrancas. Nacíamos donde nos agarraran los viajes, pero siempre en La Guajira”.

ABRAZO GUAJIRO


Las canciones de Carlos Huertas resguardan la esencia del vallenato clásico; las letras reflejan una poética propia de nuestro caribe: versos sencillos y profundos, reflexiones sociales y culturales declamadas en una prosa auténtica que, desprovista de cualquier pretensión ampulosa, permite que cualquiera de esta región pueda interpretar de manera efectiva:

“Buenos días festival,
fiesta tradicional,
folclórico concurso.

Te vengo a visitar
viejo Valledupar,
te saludo con gusto.”

Con esos versos empieza una tradicional canción que muchos cantaron —y siguen cantando— a viva voz en las épocas doradas del vallenato, Abrazo guajiro, magistral composición que muestra la relación del autor con Valledupar, su festival y sus personajes folclóricos más destacados como lo son Enrique Cavas, Tobías Daza, Darío Pavajeau, Poncho Cotes, entre otros.


Tristemente entonces ocurre que los jóvenes y el público valduparense (y del vallenato) en general, han ido hoy olvidando esta letra y los orígenes del género; el cual es muy distinto a lo que hoy se presenta como vallenato, este género musical tuvo sus orígenes hace más de doscientos años, entre el río Magdalena, el Cesar y el Ranchería, la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, y el mar Caribe, cuando los campesinos de esa región empezaron a dar ritmo a sus cantos de vaquería en donde narraban sus historias cotidianas y las vivencias del día a día.


Gracias a las dinámicas de la mercantilización de la música popular, a través de la industria de medios, como bien lo explicaría la Escuela de Frankfurt, el vallenato se ha precarizado al punto de convertirse en una simple y vulgar mercancía que no está exenta de comportarse de la misma forma, en el mercado, obedeciendo a patrones de consumo, marcados por temporadas de oferta y demanda, donde la verdadera esencia del arte, no se perpetúa, sino que se pulveriza en el aire, de acuerdo al zigzag del libre comercio.


Así, gracias a esa dinámica sociocultural y económica, se ha ido olvidando el vallenato de sus raíces, de sus medulares compositores que, como Carlos Huertas, fueron los que permitieron el desarrollo ulterior del género, además de permitirle su consagración como patrimonio cultural inmaterial de toda la humanidad. Algunas otras canciones importantes del maestro Carlos Huertas son: ‘Hermosos tiempos’, ‘Las mujeres’, ‘Orgullo guajiro’, ‘Qué vaina las mujeres’, ‘Al compás de mi guitarra’, ‘A mi hermano y yo’, entre otras, las cuales en su mayoría han sido interpretadas por artistas como Poncho Zuleta, Jorge Oñate, etc.


Es tarea obligatoria de todos los jóvenes, adultos y amantes del vallenato tradicional, prístino, ortodoxo, rescatar las raíces que hicieron posible el surgimiento de este género que, tiende a desaparecer en una industria comercial que desprecia la idiosincrasia y estimula la producción musical sin contenido de ningún tipo. Debemos entre todos recuperar el torrente histórico y cultural que subyace debajo de la mal llamada “nueva ola” del vallenato.

Por Andrés Cuadro

Categories: Especial
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