El tenebroso atentando frente a la DPA que estremeció a Valledupar la semana pasada, en el que murieron dos capos del narcotráfico, Janer Pinto, alias el Viejo y Lirkhay González, alias el Indio, deja al desnudó una triste realidad de la que muchos no quieren hablar. Valledupar se ha convertido en lugar de tránsito de drogas y traquetos emergentes, dando visaje, hay dominicanos, en fin. Se sienten a gusto en la ciudad porque se pasean por restaurantes, licoreras, barberías, un sector de la sociedad los admira y pueden hacer lo que les place; viven en las mejores zonas, recordemos a alias La Silla, que hasta rueda de prensa le hicieron. De ñapa, algunos músicos vallenatos encumbran y adulan sin escrúpulos a estos delincuentes, poco o nada les interesa el daño que pueden causar a una ciudad agobiada por la violencia.
Las autoridades y la gente culpan de la situación a la Tramacúa y a los delincuentes que están ahí; pero no, también inciden otros actores que están fuera, como alias Pelo Mono, capturado en Urabá, a quien Ana del Castillo acaba de saludar en un video y ya había comprado casa campo en Valledupar, porque le encanta nuestro folclor, pero ya está en proceso de extradición. Siendo sinceros, la relación del vallenato con el narcotráfico no es nueva, ha sido evidente desde la época de la marimba, aunque los alcances de El Gavilán Mayor no eran comparables a lo que se vive en la actualidad, a manos del cartel de Sinaloa, el Tren de Aragua o el Clan del Golfo; estas son tenebrosas organizaciones multicrimen, serpientes de mil cabezas, que atacan sin misericordia y desestabilizan cualquier ciudad, controlan territorios, como le está sucediendo a nuestro país vecino, Ecuador.
Desafortunadamente, algunos músicos vallenatos de la nueva ola, no entienden la gravedad de la situación, para ellos no existe la sanción social, ahí vimos muy campante en el entierro de La Gata a Peter Manjarrés, fue a darle el pésame a Jorge Luis Alfonso López, condenado por el asesinato del periodista Rafael Enrique Prins, eso es falta de empatía con un gremio que tanto le ha ayudado.
Pero hay mucho más, es de conocimiento público la relación de Diego Daza y Churo Díaz con el siniestro clan Vega Daza, no olvidemos que varios de los cabecillas fueron acribillados, en su propia casa en Barraquilla, por un ajustes de cuentas, hay muchos videos de los artistas departiendo en parrandas privadas, de vaina se salvaron, ni siquiera les preocupa su integridad física y el único argumento que esgrimen es que ellos no son ni la policía, ni la fiscalía, prefieren hacerse los de la vista gorda para parecer inocentes, no les importa cantarle a quien sea, después que paguen, sean traquetos o asesinos, eso sí, que maten a cualquiera, menos a ellos o a alguno de sus familiares.
La camioneta baleada en la DPA estaba forrada con la publicidad del cantante Mono Zabaleta, el mismo que estuvo en La Picota, parrandeando con narcos y corruptos, quien además aparece en una foto con ambos muertos, Pinto y González, al igual que Iván Zuleta y Luis Mario Oñate en un video de una parranda que da vergüenza.
Y es que en torno al folclor vallenato se ha formado una cadena asqueante: los traquetos financian lanzamientos musicales para lavar dinero y que los mencionen en discos, en aras de encontrar aceptación social; los músicos le pasan la payola a algunos periodistas prepagos, quienes a la vez se convierten en defensores de oficio, no pueden decir nada, porque además de que carecen de ética, hacen parte de esta rueda siniestra que tiene al folclor en su peor momento. Al final, quien paga es el ciudadano de a pie, en peligro de ser herido o hasta morir en medio de un atentado de grandes dimensiones como el de la DPA.
Esta nueva ola, tampoco ha hecho aportes significativos al vallenato, siguen pegados de los éxitos de los grandes del ayer. Y hay algo aún más grave, tengo información de muy buena fuente, hay una investigación clasificada de la DEA que involucra a dos músicos vallenatos, metidos en el narcotráfico, que se pegaban a “las vueltas” y ahora pueden ser pedidos en extradición. Si esto se da, sería muy triste para el folclor, aunque también es necesario que comience a depurarse, que nuestros artistas valoren sus talentos y no entreguen su dignidad por una cadena de oro o un Rolex, que piensen en su imagen, al fin y al cabo, de eso es de lo que viven, y sobre todo, que valoren sus vidas, porque en cualquier encuentro con estos crimínales, pueden ser las próximas víctimas.
Ya ocurrió en la narcofiesta de Puerto Colombia donde el traqueto La Negra Dominga y los Vega Daza, se dieron plomo en frente de todos los asistentes. El alcalde Ernesto Orozco tiene un gran reto por delante, esto no es con ‘plan candado’, es con investigación, seguimiento e inteligencia que pueden darse golpes certeros contra estas estructuras criminales. El coronel Chamorro no puede salir con ese chorro de babas y eludir su responsabilidad, es increíble que en la estación de policía más grande de Valledupar, que controla todos los CAI y con 12 motos a su disposición, ubicada a 200 metros del atentado, nadie haya visto, escuchado o hecho nada; coronel, no me crea idiota, más bien amárrese los pantalones que la ciudad se le salió de madre. Pobre mi Valle, como cantó el más grande del acordeón, Emilianito Zuleta.
Por: JACOBO SOLANO C. / Columnista de EL PILÓN
@JACOBOSOLANOC