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Valledupar: ¿un vividero vacío?

Los resultados de la reciente encuesta de la iniciativa ‘Valledupar, cómo vamos’ ofrecen una visión reveladora de la percepción de los habitantes sobre la ciudad. El pesimismo sobre el rumbo de Valledupar es abrumador, con el 78.4% de los encuestados. Sin embargo, entre las sombras de esa desilusión se asoma una especie de ‘chispa de esperanza’, con el 55.2% de los vallenatos aún sintiéndose satisfechos por vivir en su ciudad.

Esa dualidad de percepciones nos dispone a una pregunta fundamental: ¿cómo reconciliamos la insatisfacción generalizada con la persistente satisfacción de vivir en Valledupar? La respuesta la encontramos en la necesidad de recuperar la visión perdida de la ciudad como una potencia emergente, una visión que se desvaneció desde los gloriosos días en los que Valledupar fue considerada la ‘sorpresa Caribe’, en los años ochenta.

Es, más que necesario, imperativo que Valledupar renueve su visión y aspire a convertirse en una ciudad pujante y próspera una vez más. Esta renovación no puede ser solo una cuestión de discurso, debe traducirse en acciones concretas. Es hora de que los habitantes exijan lo que su municipio verdaderamente necesita: inversión en infraestructura, creación de empleo, mejoría de la seguridad y promoción del desarrollo económico.

Pero la responsabilidad, aunque también, no recae únicamente en las autoridades municipales. Cada vallenato debe asumir su papel en este proceso de transformación, sin decir que el amor por Valledupar resolverá por sí solo sus problemas. Es crucial que todos adoptemos un sentido de pertenencia y responsabilidad con respecto a nuestra ciudad. Valledupar no puede avanzar si nosotros mismos, los que le dolimos y vivimos, no nos comprometemos activamente con su progreso.

La frase “Valledupar va mal, pero es un buen vividero” deja un vacío preocupante. ¿Cómo puede ser un buen vividero una ciudad que enfrenta tantos desafíos? La respuesta es simple: el verdadero buen vividero está lleno de progreso, superación y la voluntad colectiva de mejorar cada día. Es hora de que Valledupar deje atrás la resignación y abrace su potencial latente. El tiempo para la complacencia ha pasado.

El camino hacia la recuperación de la grandeza perdida de Valledupar no será fácil, pero es posible. Requiere sagacidad, determinación y un compromiso inquebrantable con el futuro a largo plazo de nuestra ciudad. Es hora de que Valledupar recupere su lugar como una verdadera sorpresa del Caribe, una ciudad en la que todos los vallenatos puedan sentirse orgullosos de llamar hogar.

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Tatiana Barros: