En estos últimos días las noticias de Valledupar han generado consternación, desaliento, sorpresa e incredulidad nacional. Han sido a borbotones y se dieron justo alrededor del vallenato. La muerte de Elvira Maestre, la madre de Diomedes Díaz y tuvieron impacto exponencial con ocasión de la muerte del cantautor Omar Geles. En medio de esos hechos de dolor se celebraron los 15 años del fallecimiento del Maestro Rafael Escalona, y el 26 de mayo los natalicios de este y Diomedes Díaz.
Mientras que sucedían hechos ya ‘normales’ como atracos, una que otra muerte producto de riñas y accidentes viales, dejando víctimas fatales, en todo el centro de la ciudad, en el emblemático Mac Donald se dio el atentado a un ciudadano dominicano que se paseaba, con visible vestuario tropical, por calles, parrandas y restaurantes y que venía suscitando inquietud en los residentes, sin saberse en realidad si venía a hacer negocios, le gustaba la ciudad o el vallenato, hasta el punto de que un carro de alta gama en que se movilizaba había estado antes en posesión de un reconocido cantante. Es decir, el personaje, de forma inusual se habría propuesto no pasar desapercibido a ojos de todos, comensales, peatones o músicos. Cosas de la tierra, excentricidades del Caribe.
LA MUERTE DEL JOVEN VALLENATO
Para terminar la cosa ya no con los acordes del vallenato sino de la música metálica y electrónica, desaparecía el joven vallenato Carlos David Ruíz Molina, causando dolor inmenso y preocupación en muchas familias con hijos y jóvenes familiares en la capital deseando que en ningún caso los riesgos y miedos superen los sueños de la juventud en pos de educarse y formarse en ambientes metropolitanos. Es un caso que se suma al también ocurrido en esa ciudad con el estudiante Luis Andrés Colmenares, de Villanueva, La Guajira, el 31 de octubre de 2010, en similares circunstancias.
Cada año, miles de jóvenes llegan a esta metrópoli con sueños de educación superior, empleo y una vida mejor en razón a que Bogotá alberga las universidades y centros de educación superior más prestigiosos del país, públicos y privados .
Bogotá es también un abanico de opciones para el empleo y desarrollo profesional, allí empresas nacionales e internacionales tienen sus sedes y ofrecen una amplia gama de oportunidades laborales que no están disponibles en otras partes del país. Aunque la competencia en el trabajo o la escuela podría ser feroz. También está su atractiva oferta cultural con museos, teatros, conciertos, festivales y una intensa vida nocturna. Esta diversidad enriquece la vida de los jóvenes, permitiéndoles experimentar y aprender de diferentes culturas y formas de vida. En fin, la lista de cosas positivas es larga.
No obstante, en Bogotá los jóvenes transitan obstáculos. El solo hecho de dejar atrás el hogar y los amigos puede ser emocionalmente devastador. Los jóvenes de las regiones a menudo enfrentan una sensación de desarraigo y soledad al llegar a una ciudad desconocida. La falta de una red de apoyo inmediata puede llevar a sentimientos de aislamiento y ansiedad.
Es fundamental, en grandes urbes, que se identifiquen para los jóvenes las oportunidades pero también los riesgos, y recabar de las autoridades y las empresas organizadores de masivos eventos su responsabilidad. Sentimientos de solidaridad a su familia exteriorizamos desde este diario.