Luego de batallar por cinco años con un rabdomiosarcoma metastásico, uno de los cánceres más agresivos y malignos que existen, Cristy Dangond Lacouture falleció ayer en la ciudad de Boston, Estados Unidos, a los 12 años. La pequeña era hija del médico y compositor vallenato, Fernando Dangond Castro y la samaria Mónica Lacouture.
“Cristy descansó ayer en la paz del Señor, a las 3:40 a.m., en Boston. Estamos eternamente agradecidos con todos ustedes, miembros de este ejército del amor, la fe y la esperanza y a quienes consideramos nuestra familia extendida, por tanto amor y apoyo en los últimos cinco años”, escribió su padre en la cuenta de Facebook denominada ‘un millón de oraciones por Cristy Dangond Lacouture’.
La forma como asumió la menor su enfermedad despertó admiración en muchas personas de Colombia y de otras latitudes, que seguían su evolución a través de la red social, al apreciar la devoción que asumía, el optimismo y fe que le impregnaba a sus días, dando ejemplo de amor y lucha pese al complejo tratamiento al que era sometida.
“Cristy ha sido un ángel de Dios en la tierra y como padres nos sentimos enormemente privilegiados de haberla consentido y verla crecer supremamente feliz en nuestro hogar. Vivió una vida pura y entregada a Jesús, y nos transformó a todos. Una vida ejemplar, en la que nunca participaron el odio ni la maldad. Y seguiremos diciendo con alegría, fe, esperanza y amor, como siempre lo hizo Cristy: ¡Jesús en ti confío!”, expresó Dangond Castro en su misiva.
Los comentarios ante esta pérdida se dieron en inmensa cantidad. La tía de la menor, María Elisa Dangond, recuerda a Cristy como una niña dulce, afectuosa, alegre, cariñosa, despierta, devota a Dios y muy femenina. “En una época cuando estaba más niña le gustaba vestir solo en tono rosa y fucsia. Estuve en dos oportunidades cuando ella estaba en tratamiento y me asombraba ese ejemplo en su comportamiento. No se quejaba nunca; tal vez se decaía un poco como es natural por las medicinas y quimioterapias, pero al día siguiente podía estar bailando. La mamá de la pequeña se sorprendió con una de sus ocurrencias al decirle: ¿sabes? Yo soy un ángel en entrenamiento”.
Por su parte, el arzobispo de Barranquilla, monseñor Pablo Salas, le transmitió a la familia su solidaridad en la fe, así como su cercanía como vallenato y obispo de la Iglesia Católica. “Siempre la pérdida de un hijo es doloroso, pero sé que Cristy fue una bendición de Dios para todo el que conoció como ella sobrellevó la enfermedad. Ella está en el cielo sin duda y velará por su familia y orando por todos nosotros”, aseguró.
Para el sacerdote Rafael Daza Díaz, “el Señor Jesús nos permitió ver el proceso de santificación de una niñita antes de llevársela de verdad para el cielo. Podemos decir que Cristy vivió por Cristo el Señor. Que nombre tan bien puesto: Cristy, de Cristo”.
En nombre de Cristy, hoy será ofrecida una eucaristía en Valledupar, a las 5:00 de la tarde en la iglesia ubicada en el parque La Natividad.
Testimonio de vida
En el año 2015 la revista Jet Set publicó:
Parado frente al Muro de las Lamentaciones, Fernando Dangond Castro se preguntaba si los milagros de Jesucristo en la Tierra fueron ciertos. En su mente de profesor que dedicó cinco años de su carrera a dar clases de neurología en Harvard Medical School, la explicación tenía que ser científica: “Ante una supuesta posesión del demonio, lo que realmente ocurría era un ataque de epilepsia”, se decía a sí mismo. Tres meses después de su viaje a Jerusalén, el 12 de diciembre de 2012, la respuesta a sus dudas le llegaba de manera contundente. Su esposa, Mónica Lacouture, y una junta de médicos lo esperaban en la sala de urgencias del Children Hospital de Boston para darle una noticia. Ninguno de sus antiguos colegas lograba mantener la mirada fija mientras le informaban que Cristy, su hija menor, tenía un cáncer terminal. Una fuerte sensación de impotencia y terror lo invadió. Su amplia trayectoria en la medicina y el cargo de director médico de Neurología en Estados Unidos de la farmacéutica Merck Serono, no le servían de nada en ese momento. “Nunca en todos mis años de trabajo había visto un caso tan avanzado en un niño, y lo peor: era mi hija”, recuerda Fernando. Los estudios médicos revelaban un tumor grande en el tórax con un colapso del pulmón izquierdo, múltiples vértebras de la columna estaban invadidas y, además, tenía nueve metástasis en el cráneo.
Este cuadro clínico era, para Fernando, como médico, especialmente sorprendente por su rápida progresión: solo semanas antes varias radiografías y un ultrasonido del tórax –practicados por el pediatra porque Cristy experimentaba molestias esporádicas en su espalda– habían sido normales. A finales de 2012, a Cristy le hicieron una escanografía de los huesos. Los esposos Dangond Lacouture sabían que este último examen era solo un formalismo antes de empezar el tratamiento de quimioterapias. Mientras salían los resultados que ya conocían, Mónica cerró los ojos para rezar. Luego de 25 minutos de espera se acercó a Fernando y, antes de contarle lo que estaba viendo y oyendo, le pidió que no pensara que ella había enloquecido. “Mi papá está aquí, a mi lado”, le dijo. Alfredo Lacouture, quien había muerto hacía un año, tras caer del segundo piso de su casa, le estaba dando un mensaje a su familia: “No se equivoquen. Cristina sí tiene cáncer, pero ella va a ser un milagro de Dios en el Año de la Fe. Dile a Fernando que no sienta más culpa, que él no pudo haber hecho nada por mí cuando me accidenté, porque yo tenía que morir para estar al lado de la niña. Ella atraerá a un ejército de personas para acercarse a Dios”.
Hacía mucho tiempo que Fernando no rezaba. Casi ni se acordaba de las mañanas de domingo en su natal Valledupar cuando acompañaba a la misa a sus papás y oraba mirando a la cruz arriba del altar. El neurólogo que había dedicado gran parte de su vida a estudiar y especializarse en biología molecular e inmunología, le hizo caso a su esposa y juntos se arrodillaron a lado y lado de Cristy. “Les van a dar una buena noticia”, le habló su padre de nuevo a Mónica. A los pocos minutos, la cara sorprendida y sonriente del radiólogo, que regresaba con los resultados del examen, confirmaba el mensaje del más allá. Todo salió normal, los huesos de la niña estaban sanos. A las seis semanas de iniciado el tratamiento de quimioterapia para combatir el tumor del tórax, los exámenes de seguimiento revelaron que todo el cáncer había desaparecido.
Desde entonces han pasado dos años reveladores para la familia, de la que también forman parte Daniel, de 16 años, y David, de 14. Fernando dice que su cambio personal ha sido “de la Tierra al cielo”. Ahora se describe como un científico que cree en Dios y admite que se ha rendido ante la evidencia de que está pasando algo sobrenatural en sus vidas. “El milagro es nuestra transformación. Oramos juntos todos los días, damos gracias antes de comer, rezamos juntos el Rosario, vamos a misa y cuando comulgamos creemos firmemente que entramos en unión con Jesús”.