La entrada para los niños en el circo de Italia tiene un costo de 5 mil pesos mientras que en el circo Humor Caribe, vale mil. El primero está situado al lado del estadio de Fútbol, y el otro, recorre barrios de la periferia. Aunque sus espectáculos no son iguales, en tanto su público es diferente, están unidos por un solo objetivo: divertir.
Aunque el circo sea grande, mediano, o pequeño, está relacionado con el capricho humano, el deseo de conocer cosas, situaciones nuevas, atractivas o extrañas.
La curiosidad humana, principalmente la de los niños le da vida al circo. En eso coincidieron los representantes del Circo de Italia y los del Circo Humor Caribe, que buscando un “público exigente”, calificativo dado por ambos a la gente de esta ciudad, llegaron para quedarse otra temporada.
José Restrepo, acróbata, motociclista y miembro administrativo del Circo de Italia, asegura que es parte de la quinta generación de su familia, que se dedica al mundo circense.
“Es la segunda vez que venimos a Valledupar. De generación en generación hemos hecho circo, y esto es como todo, hay quienes empezamos desde abajo para llegar a la cima. Ahora tenemos un circo de categoría, con 57 personas, entre obreros y artistas trabajando”.
Nehemías Olascuaga, un artista callejero de Córdoba, que ha desarrollado la actividad durante años en Barranquilla, llegó a Valledupar con su Circo Humor Caribe, que durante diez años ha hecho presencia en barrios marginales, periféricos de las ciudades.
“Aquí trabajamos 14 personas, y nuestra principal función es lo mejor que podemos presentarle al público, es el conjunto de actos, nuestra mejor presentación”, dijo el cirquero.
En el Circo de Italia, un centenar de espectadores observaba con sorpresa a los niños acróbatas, no paraban de reír al ver los payasos que parodiaban un reggaetón y la novedad de esta temporada, un auto que realiza una transformación al estilo de los “Transformers”.
“Hace dos años teníamos a Nikolai, el hombre más grande del mundo, en esta oportunidad tenemos el auto transformer, importado desde Japón.
Aquí en Colombia pretendemos estar cuatro años, pero siempre andamos por sur y centro América”. Dijo el del Circo de Italia.
Los padres de familia aseguran que visitar un circo con sus hijos, es la oportunidad de revivir momentos que rara vez vivieron en su infancia.
“A los niños hay que traerlos al circo porque todos recordamos desde pequeños que alguna vez un circo pasó por la ciudad y no fuimos a verlo”, dijo Dianis Zapata, acompañada de su familia.
La burra champetera y el perro futbolista
El Circo Humor Caribe, terminó sus días en la carrera 23 con 42, del barrio Las Manuelitas, para dirigirse con su carpa a otro lugar del sur de la ciudad. Nehemías y su circo no tienen publicidad a gran escala y por eso no es fácil promocionarlo, aunque los sectores pobres de Valledupar no son pocos.
En medio de un lote enmontado del barrio Siete de Agosto, Nehemías dijo mientras señalaba los rincones de la carpa viajera, “aquí tenemos malabaristas, trapecistas, acróbatas, contorsionistas, el hombre lanzador de puñal. Allá tienen el auto transformer, aquí tenemos a la Rebeca, la burra que baila champeta, y a Lucas, el perro futbolista”.
El itinerario
El Circo de Italia viene de recorrer varios departamentos del país, entre ellos Cundinamarca, también estuvieron en Venezuela. Desde antes de entrar en vigencia la Ley 1683 de 2013, que prohíbe el uso de animales exóticos en los circos, ellos ya habían eliminado de sus actos el uso de los mismos.
‘Humor Caribe’, aún conserva a Rebeca y a Lucas, aunque tuvo alguna vez un mico “caramono” y un mico araña, pero se sumó a la protección de animales silvestres y suspendió ese acto.
“Aquí cuesta 2 mil pesitos los adultos y mil los niños, cuando está la promoción lo pongo a mil barritas”, dijo Nehemías y asegura que cuando más se llena su carpa, no supera las 140 personas.
En su actual gira ha pasado por la invasión Tierra Prometida, La Manuelitas y el Siete de Agosto.
Al pie del estadio Armando Maestre Pavajeau, el Circo de Italia estará un mes. En cada función el presentador tiene la difícil tarea de percibir a través de sus sentidos, que tipo de público los visita, y en breves instantes, determinar qué acto va primero, y cuál después.
“El primer día obsequiamos boletas para que el acto se llene y de esa manera probamos el espectáculo, así sabemos si gusta, si no, el otro día se cambia hasta encontrarle el apetito al público”, dijo José Restrepo.
Al final de la función, se cerrará el telón y el objetivo final se habrá cumplido con los aplausos y las risas de los espectadores, sin importar si se filtra el agua de lluvia por la carpa.
Colegas y amigos
Nehemías y su combo, José y su equipo de trabajo, jugarán un partido de fútbol este mes; se comunican cuando están en la misma ciudad. Son colegas del mundo circense, de eso y por eso viven.
Ambos coinciden en que el trabajo más difícil de los cirqueros, es que el aire comercial, no arrastre a la mística que encierra un acto de magia, pantomima o malabar.
“Si hay niños, siempre habrá circo y las personas tienen tres épocas para ir al circo: Cuando son niños que sus padres los llevan, cuando son adultos para llevar a sus hijos y cuando son viejos para llevar a sus nietos”, dijo el cirquero José.
“La recompensa es ganar el pan diario para los hijos y mientras tanto, aunque no haya estabilidad, arrancarle una sonrisa al pueblo”, señaló Nehemías, cirquero barranquillero.
Por Andrés Llamas Nova
andres.llamas@elpilon.com.co