Por Raúl Bermúdez Márquez
En artículo del 20 de agosto de El Espectador,Santiago Villa pronostica el fin de la bonanza minera. Villa basa su presagio en varios factores.
Las tres empresas que explotan el Cerrejónhan tenido caídas dramáticas en comparación con el año pasado: las de Anglo American cayeron 68%, las de BHP Billiton cayeron 29,5%, y la recién fusionada GlencoreXstrata, ya ha debido asumir pérdidas en sus activos por US$7.700 millones desde la fusión.
Tales resultados tienen como causa fundamental la caída en los precios de los minerales debido a la desaceleración del crecimiento en las grandes economías: China, Europa y Estados Unidos.
Por su parte EL PILON en su edición del miércoles pone de presente que la locomotora minera en el Cesar quedó a media marcha.
La Drummondpor la huelga de sus trabajadores bajará su producción, y el Consorcio Minero del Cesar dice que se ve obligado a terminar el contrato de trabajo, debido a que su único cliente CNR,“viene incumpliendo gravemente sus obligaciones contractuales, al punto que ni siquiera canceló los últimos meses de prestación de servicios”.
Ante estos resultados desalentadores y la evidencia indiscutible que el país también está siendo víctima de la llamada “maldición minera” muchos analistas se preguntan si vale la pena extraer los recursos mineros del subsuelo.
Colombia es un país rico en biodiversidad en el que más del 11% de su territorio está protegido por parques naturales. Pero en los últimos 10 años casi el 40% del mismo territorio está concesionado o solicitado por empresas mineras o de hidrocarburos.
¿Insistir en ella con todas sus secuelas ambientales y sociales? Para el catalán Joan Martínez Alier, es mejor dejar los recursos bajo el suelo, identificándose con los grupos indígenas de Perú y de Colombia que se oponen a la minería, a los de Ecuador que rechazan la extracción de petróleo en el Yasuní.
También a los campesinos de Cajamarcaque están en contra de la minería de oro en sus territorios y, en general, a cientos de movimientos en el mundo afectados por la extracción.
Para el belga Gunter Pauli, quien trajo al país el concepto de minería sostenible “no hay que dejar de explotar minerales, pero la mina tiene que generar valor agregado más allá de la mina”, y su propuesta contempla un modelo que produce agua y elimina desechos y contaminantes.
La propuesta concreta para el Tolima, es que “la mina de Cajamarca siembre 20.000 hectáreas de guadua, que se quiten las especies exóticas y se restablezca la vegetación tradicional.
Hemos calculado que con esas hectáreas la mina tendría el doble de agua que necesita y la tendría para siempre… En tres años ya tienes un guadual y vas a obtener postes de 25 metros que necesitan los frijoleros de la zona.
La guadua también se podría usar para viviendas de interés social. Con lo que sobre se puede hacer pulpa de papel.
Además, los desechos de la mina podrán producir material de construcción, ya tenemos una alianza con Cemex”. Pero eso sí, la minería “debe ser subterránea, sin tocar la superficie”, sostiene Pauli.
A mi modo de ver, lo ideal sería acoger la propuesta de Martínez Alien, pero en aras de buscar un equilibrio entre esa posición y la de las multinacionales que arrasan con el ecosistema en función de su negocio, por lo menos hagámosle caso a Pauli.