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“Vale la pena hacer teatro”: William Morón

William Morón llegó a Valledupar en diciembre de 1958, aun siendo un niño, y fue en la década de los 70 cuando empezó su  inquietud artística cuando veía manifestaciones teatrales en algunos centros literarios. En los 80 se convierte en el principal referente de teatro en el municipio de Valledupar con su llegada  a la Casa de la Cultura y luego de realizar las obras ‘La Custodia de Badillo’ y ‘La Patillalera’, para luego crear sus monólogos ‘El Velorio’, ‘La Rezandera’, ‘La Llamada telefónica’, entre otros, inspirados en personajes de la vida real que decidió llevar y caracterizar en sus obras teatrales.  Siendo esta última considerada la obra más antigua y vigente del Caribe colombiano.

Ya había visto manifestaciones teatrales aquí, sobre todo la comedia, en colegios como la Sagrada Familia, el Colegio Santa Fe, y más tarde el Colegio Prudencia Daza cuando lo fundaron, y las obras de teatro que yo logré ver sin ser yo estudiante de la escuela fue en las semanas culturales, y de atrevido empecé a observarlas, y ahí me empezó a picar el bichito del teatro, aunque no comencé de lleno en el teatro. Yo comencé en un coro en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús y fui parte de un grupo de danza del profesor Jaime Barranco que se llama Etapa Negra del Cañaguate”, cuenta William Morón al diario EL PILÓN, sentado en una silla en la sala de su casa al lado de una mesa auxiliar en la que reposa un retrato de sus tiempos de juventud.

Después de pertenecer al coro Voces del Cesar, el cual no surgió, dirigido por el profesor Dagoberto Fuentes Zuleta, conformaron un grupo de teatro integrado por alumnos de colegio y gente adulta, sin ningún tipo de técnica teatral.

Rafael Gámez  Fragoso, que le decían el ‘Mono candela’, acababa de llegar de Cartagena, de la escuela, llegó con experiencia de Fernando Bahena, alumno de Alberto Sierra y llegó con técnicas avanzadas desconocidas para nosotros. En la década de 1970 estaba muy de moda el teatro del absurdo, un teatro no aristotélico, ni clásico, ni de Shakespeare, ya había dado un vuelco el teatro a nivel mundial, y trajo la primera obra de teatro de inauguración para la sala de teatro en la Casa de la Cultura, ‘Misa para los tiempos futuros’, la representación de Cristo con música moderna de la época”, añadió el teatrero y cuentero más reconocido de Valledupar.

EL PILÓN: ¿Cómo inició en el teatro y qué anécdota recuerda?

WILLIAM MORÓN: Nosotros éramos un grupo independiente y le pusimos Luis Vargas Tejada, por el escritor, íbamos a participar en la primera muestra regional de teatro, en ese momento teníamos el apoyo de la Secretaría de Educación, pero al ya estar fundada la Casa de la Cultura, nos quitaron el apoyo, quitándonos el local y nos fuimos a ensayar en la Biblioteca del Colegio Nacional Loperena.

Frente al Loperena había un señor de plata muy conocido en la región, y ya con los rumores de la gente, nos veían ensayar y este muchacho se enamoró de la protagonista principal de la obra… y el día que nos íbamos a presentar con escenografía lista, la noche anterior la protagonista cumplía años y el señor enamorado le dio serenata y se la llevó y quedamos desconcertados, y ahí salí de ese grupo e ingresé como alumno al grupo de teatro de la Casa de la Cultura en 1971 y me llenó de satisfacción porque empecé a ver la técnica teatral, expresiones, entre otras.

¿Cómo llegan los monólogos y por qué decide interpretar mujeres?

Me habían pedido unas obras para una semana cultural y era muy poco el tiempo para preparar a todo el personal, pero ya ‘los famosos monólogos’ (discúlpeme si es poco modesto) se estaban gestando.

Esos monólogos nacen en una noche de tertulia con unos amigos en la tarima Francisco el Hombre de la plaza Alfonso López. Veníamos de una fiesta y nos sentamos ahí a tomarnos la botella que había quedado de la fiesta en la que estábamos. Ahí uno empezó a recitar unas poesías, otro a contar unos chistes y algunos unos cuentos y yo decidí interpretar a las mujeres típicas de Valledupar, de lo que se conoce hoy como el ‘viejo Valle’. Y esos eran los personajes  que yo quería llevar a los monólogos, pero ninguna de las chicas que tenía entre mis estudiantes me daban ‘chicle’ para la interpretación que yo quería. Y un día caminando de la Casa de la Cultura a mi casa, pensando en que las niñas no me funcionaban, escucho una voz que me dice:

‘¡William! ¡William!’ y yo ¿quién eres? Me dice la voz: ‘la consciencia’, y yo: ‘¿qué querei?’. Y la voz me dijo: ‘Eres un profesor de teatro y no recuerdas que en el medioevo en el teatro las mujeres no tenían participación ¿por qué no lo interpretas?’. Y me fui para mi casa pensando en eso.

Al día siguiente me llevé unos vestidos de una de mis hermanas, luego de la clase me fui  al camerino y me vestí como mujer e hice delante de mis alumnos la interpretación del personaje y una pequeña muestra de ‘La Llamada telefónica’ como me lo imaginaba y como yo lo quería, y recibiendo aplausos y la aceptación de ellos, decidí caracterizarme como mujer y ser yo quien interpretara estos personajes tan especiales”.

Hablemos del cine y el teatro en Valledupar ¿cómo eran esas épocas y cómo ve los espacios actuales de teatro en la ciudad?

En los años 80s cuando yo trabajaba en la Casa de la Cultura, el teatro Luis Vargas Tejada empezaba a ser un grupo independiente acá en Valledupar. Aparte del grupo de teatro de la Casa de Cultura, ellos instalaron su sala de teatro propia que quedaba en la carrera 5 con calle 15, esa casa era propiedad de la familia Pupo, ahí en el patio ellos instalaron su sala, no era grande, era pequeña y no habían más salas de teatro en Valledupar.

El Teatro Caribe, el Teatro San Jorge, el Teatro Avenida eran salas de cine, pero la sala de cine que no tenía un aspecto de sala de cine sino como de un garaje con su silletería de madera. Era de propiedad de Marcos Barros, pero era la mejor máquina de proyección que había en la ciudad. Porque hay una diferencia de salas de teatro y de salas de cine. La mejor sala que había en esa época era el San Jorge, que tenía balcón, palco y luneta y el Teatro Cesar nada más tenía palco y luneta.

Ahora mismo no conozco el espacio que tiene el ´Teatro circo’, conozco nada más el de Maderos, pero le hacen falta más salas de teatro, claro que Maderos ha tenido una labor muy buena, tiene escuela, y el teatro de la Universidad Popular del Cesar, la carreta, que comenzó a funcionar con la universidad. Ya con la Casa de la Cultura en los 80s existía el teatro en la universidad. La escuela de Bellas Artes de la universidad no tiene una sala de teatro y debería tenerla. Hace falta más promoción para las salas.

La llegada del primer proyector de películas a Valledupar

En cuanto a los del cine acá, antes de existir el Teatro Cesar, el San Jorge y el Caribe, ya habían existido manifestaciones de cine acá. El primero que tuvo un proyector de cine fue Francisco Valle. Él tenía un proyector de cine que presentaba en ese entones películas mudas y las amenizaba con una  banda. Era  un tipo muy pudiente ¡imagínate! Usaba liqui liqui y tenía botones de oro, parecía personaje de ‘Gabo’. Después el maestro Jaime Molina tuvo el Teatro Victoria, llevaba el nombre de su mamá. Ya después la máquina (como le decían antes al proyector de cine) se la vendió Jaime Molina a un señor Cubillos en Fundación, Magdalena.

Esos datos los tengo por una investigación para una obra mía, ¡ay cuando yo iba al cine! Cuando yo hice ese monólogo recogí una cantidad de anécdotas de personas que eran amantes al cine.

¿Vale la pena apostarle al teatro?

¡Vale la pena! Porque el teatro hace parte de las bellas artes, entonces, el teatro no puede estar alejado de la cultura general y la cultura general no puede echar a un lado al teatro porque hace parte de esa ciencia. Les doy un consejo a todos los que les gusta el teatro: que sigan adelante porque el teatro no puede morir, tiene que ser perenne, tenemos una base histórica desde el teatro primitivo, teniendo cada país en el mundo entero sus propios teatros. El teatro a Colombia vino por los españoles, aún hay muchos elementos aborígenes que tienen elementos teatrales.

Por: Estefaní Rojas | EL PILÓN

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