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Uribe está jugando con candela

Álvaro Uribe Vélez hace rato se ganó un lugar privilegiado en la historia de Colombia. Su trabajo como alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, Senador de la República, y su salto de su departamento a la Presidencia de la República, por sí sólo le aseguran un puesto destacado como un político exitoso y hábil, y un gran ejecutivo de la cosa pública.
Además, durante su gobierno, los avances por la llamada política de seguridad democrática, la confianza que generó entre los inversionistas, y sus consejos comunales, un instrumento de comunicación y propaganda bien utilizado, entre muchas otras razones, hace rato están en el imaginario colectivo del país y esos son intangibles que nadie se los puede quitar…
Y tanto uribistas como anti-uribistas reconocen en el expresidente un animal político, en el mejor sentido positivo del término; un hombre que sabe comunicar sus ideas, entrar en contacto con la gente, persuadir y tomar decisiones.
Adicionalmente, ha sido de los pocos presidentes de la República, en la historia del país, que logran ser reelegidos de manera inmediata y –como si fuera poco- se fue como una altísima popularidad, quizás como ningún otro gobierno desde que se llevan cifras sobre las tendencias de encuestas de popularidad.
Pero, todo indica que una cosa es el ejercicio de la Presidencia y otra muy distinta su condición de ex, lejos del poder. En el poder, Uribe Vélez demostró un alto empoderamiento, como dicen los teóricos de la administración moderna, a tal punto que fue exagerado, según algunos, su interés por los temas micro, por la minucia y el detalle, cuando muchos de sus antecesores apenas se preocupaban por los problemas gruesos del país. Pero otra cosa, bien distinta, es el actuar en su condición de ex presidente.
No es fácil la falta del poder, después de ocho años de su ejercicio. Algunos de sus colegas, como el Presidente Belisario Betancur, optaron por dedicarse a la cultura y la vida contemplativa y más nunca volvió a hablar de política. El Presidente Pastrana Arango optó por un ejercicio discreto de su condición, viajando por el mundo y participando -de lejos-, a través de terceros, en la actividad política nacional.
El ex presidente Gaviria, como el país conoce, se fue para la OEA y ejerció la Secretaría General por dos periodos para luego dedicarse a la dirección del Partido Liberal, con un relativo éxito. Por su parte, el Presidente Samper se dedicó a una fundación y ha estado generando debates sobre temas de interés para el país, y participando directamente en temas como el del intercambio humanitario, la lucha contra la pobreza, entre otros.

En nuestra modesta opinión, el expresidente Uribe ha escogido el peor de los caminos para su nueva condición: la confrontación directa, personal, sin intermediarios, con todo tipo de opositores y en distintos escenarios, con el fin de defender algunos aspectos críticos de su gestión, que también tuvo sus defectos como toda obra humana.
Y como si lo anterior fuera poco, Uribe no ha manejado con  prudencia sus opiniones sobre algunas de las principales propuestas de su sucesor, Juan Manuel Santos Calderón. En el tema de las relaciones exteriores, el proyecto sobre restitución de tierras y tratamiento de las víctimas sobre el conflicto, el ilustre expresidente no ha ocultado su disgusto, cuando gústenle o no, estas son iniciativas del fuero y de la autonomía del nuevo gobierno en ejercicio.
Hay que reconocer que el ciudadano Álvaro Uribe Vélez, está en todo su derecho de ejercer como a bien tenga su nueva condición. Hace parte de su fuero, pero por el respeto que nos inspira consideramos verdaderamente lamentable ver al presidente en polémicas, día a día, poniéndose a nivel de testigos dudosos de la justicia, de exparamilitares, traquetos y demás, para explicar su actuación en temas como el de las chuzadas, el escándalo por Agro Ingreso Seguro, su enfrentamiento con la Corte Suprema de Justicia, entre otros capítulos de su gestión.
La defensa de su gobierno, en caso que el considere que la necesita, puede hacerla de otra manera; esas polémicas, a nuestro juicio innecesarias, debe hacerla a través de sus ex ministros o ex colaboradores, o de columnistas de opinión y expertos, amigos de gobierno, pero nunca él mismo. Ese, precisamente, es el peor camino. Por ese sendero, señor ex Presidente, y reiteramos, con todo respeto, va camino al desprestigio y a un desgaste innecesario y rapidito. El Presidente Uribe puede estar jugando con candela.

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