Como ciudadano vallenato y cesarense nos debe dar vergüenza leer titulares de prensa como este publicado por EL PILÓN en la edición de este martes primero de noviembre: “¡Insólito!: Equipo profesional de micro de Valledupar quedó eliminado por no tener para los pasajes”.
Justo ahora que se habla por todas partes de la ‘paz total’, precisamente en este momento que se escuchan voces pregonar la puesta en marcha de un gobierno incluyente, irónicamente cuando se pretende vender ante el mundo que Colombia es el país donde su mandatario tiene como lema convertir a esta nación en potencia mundial de la vida y por muchas otras razones resulta increíble que se le cierren las puertas al deporte.
Es la actividad deportiva sinónimo de la mayoría de cosas positivas de una comunidad, su puesta en práctica connota buena salud, paz, armonía, sana convivencia, interacción pacífica, integración social y muchos más aspectos que permiten a una sociedad mitigar las angustias de tantas dificultades propias de la vida.
Por todas estas razones no se alcanza a comprender cómo un grupo de jóvenes, tras haber logrado triunfos deportivos vean frustrados sus sueños de seguir adelante y lograr la meta final solo por falta de apoyo presupuestal, algo muy poco visto en otros países, pero en Colombia sucede y más exactamente en Valledupar y el Cesar, duele de verdad leer este tipo de noticias en nuestro propio territorio.
No era para menos, la impotencia y desilusión se apoderaron de los jugadores, cuerpo técnico y directivos del Real Valledupar Futsalón, al ver que, por falta de recursos económicos, no pudieron viajar al encuentro de vuelta de los cuartos de final de la Superliga de Microfútbol 2022, lo que desencadenó en la eliminación del club vallenato del certamen profesional de este deporte. La cita incumplida era en el municipio de Balboa, Cauca.
Pero duele más que la noticia salió publicada y nadie dijo nada, como si se tratara de una información normal y rutinaria, pasó desapercibida para mucha gente y en especial para las entidades comprometidas con el tema, para los mandatarios tanto local como departamental, para los concejales, diputados, veedores ciudadanos y hasta para algunos medios de comunicación, cuando se sabe que en todas las vigencias y planes presupuestales hay recursos para el apoyo y fomento del deporte como una manera de alejar a la juventud de los malos caminos. Sorprende de verdad que esto suceda y sigamos tan tranquilos.
En otro país, o tal vez en otra parte de Colombia, esto sería motivo suficiente para un debate público sobre el manejo eficiente de los recursos presupuestales destinados para el deporte. ¿Quién vigila e inspecciona la ejecución de esos recursos? ¿Cuáles son los criterios que prevalecen al momento de definir las partidas presupuestales para la recreación y el deporte? Son muchas las respuestas que los jefes de esta cartera, tanto municipal como departamental, deben entregarle a la opinión pública ante hechos tan lamentables y vergonzosos como este que acaba de suceder en nuestro querido terruño.
Las autoridades gubernamentales se enorgullecieron por lo exitoso de los Juegos Bolivarianos, donde se vivió un fervor deportivo que contagió al público en general de Valledupar y el Cesar, sacaron pecho por eso, pero ahora les dan las espaldas a temas deportivos puntuales y específicos que requieren de sus respectivos apoyos.