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UPC para la vida

Por Miguel Ángel Castilla Camargo 

La imagen positiva de la Universidad Popular del Cesar, la buena percepción de los estudiantes y el asombro de quienes laboran, la mayoría de la administración pasada, coincide con quienes aciertan al decir que el buen ambiente universitario se debe al actual rector, Jesualdo Hernández Mieles.
Sin embargo, llama la atención que un pequeño reducto quiera hacerle daño a la institución. Para nadie es un secreto que, por representar la universidad el segundo cargo a nivel departamental, se convierte en la joya de una Corona que algunos quieren ostentar. Pues resulta que ese trono, que en otrora irrespetaban, ahora tiene una gran salvaguardia conformada por trabajadores, estudiantes, docentes, administrativos, contratistas, egresados y ciudadanos de bien, que no quieren ni desean ver convertida a la UPC en un campo de guerra.
Dios siempre tiene la última palabra, y ese designio permite que Hernández Mieles, a quien los estamentos de la Universidad Popular del Cesar eligieron en franca lid, se mantenga firme en su convicción de ser ecuánime con la responsabilidad que demanda el consolidar y proyectar la UPC.
Diría que simplemente nuestro referente ha hecho lo que un buen cristiano haría: amar al prójimo y ser un hombre justo. Ello en términos administrativos y académicos se traduce en gestión, inversión, austeridad y cualificación, variables que en poco tiempo le reportan sendos dividendos a la principal institución académica de los cesarenses.
Pero más allá de los convenios, las alianza estratégicas, de las cifras positivas que permiten visionar un futuro concreto, del reconocimiento que tiene la institución en el ámbito nacional y de la confianza que ha generado en los estamentos del Estado, está el respeto que siente el rector por todos aquellos que conforman la gran familia upecista. Ello no solo ha generado un cambio de actitud, sino también una interrelación que ha venido fomentando convivencia, compromiso y entendimiento, premisas fundamentales para hacer de ésta una empresa más productiva.
Los pocos detractores de la UPC, que no pasan de tres dignos estafetas de Alí Babá, que se esconden detrás de la gran careta de la ruindad, son los mismos que utilizan a una pequeña fracción de nuestra sociedad para beneficio propio. Sobra advertirles, que la universidad como patrimonio de los cesarenses no está en subasta.
He tenido la oportunidad de hablar con las diferentes fuerzas vivas que impulsan el desarrollo de la universidad, y coinciden en afirmar que la UPC ha ganado legitimidad gracias al espíritu de concertación del nuevo rector. Sin duda alguna, conciliar ha sido la clave para que las diferentes corrientes ideológicas confluyan en la sana armonía de la divergencia.

Creo que las épocas nefastas de nuestra historia hay que dejarlas definitivamente en el pasado. Esas ataduras del ayer, que tanto daño hicieron, hay que romperlas definitivamente; el oscurantismo que vivió la UPC, nos invita a la gran reflexión de valorar y no detenernos ante la adversidad. Quienes quieren sembrar caos, olvidan que tienen hijos que merecen otro tipo de revoluciones pacíficas. Nuestros jóvenes necesitan de todos aquellos que le apuestan a la gran proyección de una universidad, pilar del desarrollo regional donde se han forjado las esperanzas de miles de profesionales que difunden el pensamiento de un buen upecista.
No es hora de perseguirnos unos a otros como caníbales. El Cesar ya puso su cuota de sacrificio y las nuevas generaciones exigen hombres honestos, entregados a esa gran causa altruista que demanda la educación de nuestro departamento.
Esa fraternidad sembrada, permite que hoy jueves 24 de mayo en la Universidad Popular del Cesar se realicen las elecciones para elegir representantes ante los Consejos: Superior, Académico, de Facultad, y Bienestar Universitario. Los colombianos, y en especial los cesarenses, esperamos que este buen ejercicio democrático transcurra bajo esa paz que todos los días reclama nuestro mejor esfuerzo.

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