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Unidad frente a las crisis

Las crisis son normales en una sociedad política democrática y durante el período de ejercicio de un gobierno. No deben alarmarnos ni conducir a la anarquía. Se requiere tener claridad y conciencia que pueden convertirse en una oportunidad para ajustar y reformar políticas, objetivos y métodos, y también para revisar las alianzas en el gobierno.

Lo primero que hay que hacer es reconocer la presencia de la crisis, ocultarla es la peor de las políticas.

Luego, gobernantes, no gobernantes y gobernados deben tener grandeza y colaborar en su superación. Nadie, medianamente responsable, debe aprovechar una crisis política de un gobierno para tratar de desestabilizarlo y hacer invivible la república.

La responsabilidad de superarla es de todos. No se trata ni se tratará de no criticar al gobierno, pero no se puede destruirlo, menos las instituciones y las reglas de juego propias de una democracia constitucional y del Estado constitucional de derecho.

En otras palabras, la lucha por el poder político en una democracia es una confrontación de razones e intereses en el marco del derecho y de sus valores, principios y reglas.

Un candidato al ser investido como gobernante en forma legítima tiene el derecho a gobernar para todos y en defensa de la unidad de la república, en especial, un candidato investido del poder presidencial como jefe de Estado tiene el derecho a ejercer su mandato en forma pacífica y dentro de la legalidad. ¿Puede ser cuestionado y criticado? Claro que sí, la crítica es un derecho de libertad, pero el debate en el que se escenifiquen tales señalamientos tiene que ser dentro de los canales institucionales y persiguiendo el fortalecimiento de las instituciones, todo ello en un ambiente de tolerancia y pluralismo.

Durante los períodos de crisis, a los gobiernos se les exige moderación y prudencia, madres de la sabiduría política. Invitar a una solución conjunta con generosidad es propio de estadistas y no una muestra de debilidad, por el contrario, es sinónimo de fortaleza y que se está en presencia de un estadista democrático.

Nuestra postura como demócratas es extender una gran invitación a la unidad frente a la crisis política, lo más amplia posible y con acuerdos políticos para contribuir, en gran manera, a la salud de la democracia.

El camino de la anarquía solo nos conduce a la destrucción y la violencia. No hay que olvidar que el gobierno es de izquierda democrática, no el primero en la historia de nuestra república como usualmente se dice porque en los siglos XIX y XX los hubo en el país, representados por el socialismo democrático del Partido Liberal.

En una democracia contemporánea y en un Estado constitucional de derecho, la izquierda democrática tiene el derecho a gobernar, ni más faltaba que se le niegue tal garantía, pero todo derecho tiene en correlativo el deber de ajustar su gobierno al marco institucional de la carta política, las leyes y sus instituciones.

En conclusión, esta crisis política hay que mirarla como una oportunidad para hacer más robusta nuestra democracia constitucional y al Estado constitucional de derecho. Insisto, el camino es el de la unidad y el respeto a las reglas propias de una democracia constitucional.

Para construir la unidad nada es tan importante como el diálogo respetuoso y democrático dentro de los canales institucionales que propendan siempre por el fortalecimiento de las instituciones en el marco de un ambiente de tolerancia y pluralismo.

Lo inaceptable es irse por el camino de la intolerancia que no es más que arropar el desgobierno, la anarquía y la violencia. Volver a atrás ya no es una opción.

Por Eduardo Verano de la Rosa.

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