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Una Reina sin corona

De Cartagena a Valledupar ha venido año tras año la joven mujer acordeonera. Sin ser una cuestión de género; ante la pregunta recurrente de si el vallenato es machista, responde que “no”, su acordeón en el pecho no hace tal distinción, sus dedos lo acarician; sutil como a un gallo en su plumaje; encrespándolo en su fuelle y al tiempo aguerrido para azuzarlo a la pelea.

El machismo está en el aire de un contexto donde es de gran sensación una niña tocando mágicamente el acordeón, pero no una esposa acordeonera y menos una reina Profesional del Festival Vallenato. Sin embargo María Aleja solo cuenta con la edad mínima para la categoría Juvenil; desde sus participaciones en la Infantil, ha causado sensación en el público, no por mujer, no por edad; sino, por sus interpretaciones del acordeón como si fuese un libro al que, como los grandes acordeoneros no abre más de lo necesario, no lo voltea para que se escuchen sus bajos y ella misma canta como los de antaño.

Sensación, favoritismo, sin llevar barras, publicidad ni patrocinios, su público es gente general del espacio que se acerca al escucharla, el anunciador presentador, el jurado, periodistas, policías, personal de logística del evento. No ha habido una explicación en el ambiente; dónde estuvo la ruptura este año, tras obtener de los más altos puntajes, en los máximos posibles, tras llegar a la semifinal, donde paradójicamente el jurado le puso menos puntaje en el merengue “La pollita” de Diomedes, un aire que interpretó genialmente y se tornó evidente, de los concursantes anteriores; dos tocaron el mismo tema y se estableció comparación.

Cómo califica un jurado al estar ubicado a las espaldas de los concursantes… al no tener la formación suficiente para calificar solo de oído, como si la ejecución, interpretación y expresión no fuese parte de tocar el acordeón. Dan la impresión de hacer parte de la decoración de fondo de la tarima.

“La mujer vuela un avión /, la mujer maneja un tren / y así como todos ven / yo toco bien mi acordeón. // Se acabó esa tontería / que el hombre es el que más toca / aquí les callo la boca / tocando las notas mías” dice una de las puyas de esta muchacha, y mi puya dice que al parecer no maneja los roles de poder e intereses de una organización; a pesar, de la emblemática mujer de su creación y desarrollo.

Se sigue creyendo que para las mujeres no es el acordeón, sino, la escoba y que en el vallenato y sus parrandas, solo le están reservadas la contemplación o en el mejor de los casos solo el canto. Ella lo asume a la inversa, barre en su son “La escoba”: “Pueblo vallenato aquí me tienen nuevamente/soy María Alejandra y este año vine con toda / por ahí me dicen que soy la escoba / barro con todo el que se atraviese.

“¡Cuarto llamado a María Alejandra Villar Tuñón!” a su ausencia, a sus líneas, formas y silueta que en sus vestidos, faldas y feminidad quedaron plasmadas en el aire de Valledupar. Ya se encuentra en Cartagena, no solo en preparación, sino, en su formación permanente de mujer integral y acordeonera.

“¡Penúltimo llamado a la organización y a los jurados!”. Decidí asistir y escribir sobre la categoría Juvenil, ya que, en Aficionados o Profesional, las notas del aire de mi escrito, fuesen más agudas. Lo agradezco, allí me encontré a una reina sin corona, que no la necesita oficialmente, su público y el rey que lleva en su pecho; le otorgan para su complemento la majestuosidad de un reinado que se extiende desde todo el caribe colombiano hacia otras latitudes.

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Dankir Ortiz: