En el discurso pronunciado por John F. Kennedy, el 20 de enero de 1961, hubo una frase que se quedó para siempre en la memoria de la humanidad. “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país.”
Una reflexión que deberíamos acoger los colombianos en estos momentos de enardecimiento colectivo por la indignación ante tanto abuso de poder, corrupción y ausencia de oportunidades de empleo y justicia social en la población más vulnerable del país. La olla de presión está pitando y si la clase dirigente -la que decide la política y la economía del país-, no cambia, les va a estallar la tapa de la olla en la cara.
Ya es hora que los congresistas, las altas Cortes y los gremios de la economía, dejen a un lado la vanidad del poder y comiencen a trabajar juntos y decididamente por el desarrollo económico y social que el presidente Duque, ha venido implementando con tropiezos, pero con buenos resultados y victorias tempranas en estos 14 meses de su mandato.
El acertado manejo de la política fiscal, la tasa de inflación controlada y el buen clima de inversión extranjera, son señales que vamos por el camino correcto.
Esta polarización política -donde predomina la anarquía y el desorden institucional- lo único que crea es incertidumbre, inseguridad jurídica, pesimismo y violencia entre las clases sociales del país, unos ingredientes avinagrados que promueven los movimientos de izquierda y grupos armados al margen de la ley para crear caos y zozobra para luego adueñarse del poder. Una estrategia peligrosa que viene trabajando (como el comején) la retaguardia del anterior gobierno en las tres ramas del poder público.
No hay que desconocer el esfuerzo que ha hecho el gobierno para poner la casa en orden, pero tampoco hay que omitir que ha faltado empuje en ciertos funcionarios que no le llevan el paso a la gestión y el ritmo de trabajo al presidente, quien en varias ocasiones ha dicho que “Llegó el momento de pasar de los escritorios a los territorios”.
Las redes sociales, los congresos gremiales y los foros académicos, no resuelven el grave problema de la falta de empleo de 2.6 millones de colombianos que están desocupados y que necesitan urgente un empleo digno para poder llevar el sustento a sus familias. Hay que ser más creativos y desarrollar estrategias de rápido impacto en la producción y el empleo para que no solamente le vaya bien a la economía de país, sino, también a los ciudadanos.
¿Cómo explicar, por ejemplo, que, teniendo más de 2 millones de hectáreas aptas para producir maíz tecnificado y soja con alta productividad, no hayamos sido capaces de fomentar nuevas áreas de siembras para atender los 6.4 millones de toneladas anuales que importan la industria de alimentos concentrados desde los Estados Unidos.? Son 400.000 empleos directos semestrales que podríamos generar en nuestras zonas rurales teniendo en cuenta que la tasa de cambio del dólar favorece el precio interno de nuestros productos.
No dejemos pasar esta oportunidad de oro. Si al presidente le va bien, a todos nos va bien.