Escribo esta ofrenda de Navidad, apoyado en el epígrafe de Ana Frank: “no veo la miseria que hay, si no la belleza que aún queda”. Desafortunadamente la violencia extrema de terroristas continúa en la ruta de violaciones, secuestros, torturas y asesinatos en todas partes del mundo. Sin embargo, frente a estas acciones violentas cuya responsabilidad es de una minoría, la mayoría celebramos las actitudes que dignifican la condición humana y alimentan las bondades del espíritu.
La población mundial que tiene una visión pacifista ha recibido con beneplácito el anuncio del presidente Barack Obama de los Estados Unidos de poner punto final al bloqueo a Cuba. El líder de esta decisión histórica es el Papa Francisco Primero. Una minoría de cubanos en el exilio, que ha construido murallas de venganza contra el régimen instaurado por Fidel Castro, descalifica el proceso. Mientras que el pueblo que reside en Cuba festeja el desbloqueo por las ventajas económicas, sociales y políticas.
En estos tiempos de Navidad, los cristianos pacifistas nos sentimos más cerca de Dios y valoramos la importancia de la convivencia y la solidaridad. A pesar de instantes tristes, celebramos los extensos momentos de alegría. De las cosas sublimes de la vida: el sempiterno amor por la familia y los afectos respetuosos de los amigos. Nunca dejaré de ofrendar por las bienaventuranzas de la familia y de los amigos. Este año perdí a dos amistades. Uno, el doctor Aníbal Martínez Zuleta, un lector de mis poemas y estudioso de la historia y la política. Otra, la recordada Lolita Acosta Maestre, apreciada e incansable periodista, fundadora del Diario Vallenato.
Uno se van y otros llegan, infalible travesía de los mortales. Este año conocí a un amigo, que es un asiduo lector de mis escritos y todos los lunes me llama para comentar mis columnas publicadas por este Diario, EL PILÓN. Uno de los detalles que más me agrada, es cuando de manera elegante me hace las sugerencias gramaticales del caso. Este amigo es Arístides López Guerra, a quien el doctor Carlos Quintero Romero, llama el “Rufino Cuervo vallenato”. En homenaje a Rufino José Cuervo (1844-1911), lingüista y autor del Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana.
Este amigo nativo de La Guajira, descubre su vocación lectora y gramatical en el seminario menor de Cartagena donde inicia su bachillerato. Apenas cursa dos años y vuelve a su tierra, y de manera autodidacta perfecciona el conocimiento de la sintaxis gramatical. Hace 52 años vive en Valledupar con su esposa Mery Cuello y cuatro hijos. Cuentan sus hijos que cuando estudiaban fuera de la ciudad y le escribían a su papá; éste, además de responderle con caligrafía y ortografía impecable, les regresaba las cartas con las observaciones en tinta roja.
Nota. Les deseos feliz Navidad y prosperidad. Me voy de vacaciones, y con el favor de Dios, regresaré el 6 de enero.