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Una mona perezosa

Carolina Silva Montero

Había una vez una mona que vivía en la selva, en la copa de una palmera con la mamá, el papá, el abuelo, la abuela, cinco hermanas, cuatro tíos y ocho primos; pero ella era la más joven y la más mimada. Tal vez por ser tan consentida le ocurrió lo que no se esperaba.

Una mañana, la mona se escapó de la palmera sin siquiera dejar una nota, y salió a dar un paseo por la selva.

Anduvo todo el día muy entusiasmada. Saltando de Liana en liana, conociendo árboles muy frondosos y animales que nunca antes había visto.

¡Esto sí que es divertido! Pensaba la mona al tiempo que brincaba como un resorte entre los árboles. Hasta que llegó la hora de comer, Pensó ¿qué voy a comer? En ese instante descubrió un grupo de animalitos comiendo gustosos frutos de color castaño.

Se preguntaría ¿qué será eso que devoran con tantas ganas?

Aquellos frutos que parecían pequeños cofres de madera, eran nueces. Pero, la mona que nunca los había visto mordió uno y casi se rompe un diente. Probó con otro y le sucedió lo mismo.

Como no pudo comerlo. Los arrojó al piso ¡Seguro que ellos pueden comer esas cosas porque tienen los dientes más filosos que yo!.

Otra mona que había observado todo, corrió a tomar la nuez abandonada.
¿Porque habrá arrojado al suelo un fruto tan delicioso? ¿Acaso no sabrá abrirla para comer lo que guarda en su interior?

La experta monita paso la nuez sobre una roca, y la golpeó con otra piedra más pequeña hasta que la cáscara se partió.

¡Que delicia!-que mona más tonta. Las horas seguían pasando y la mona cada vez más lejos de su casa se moría de hambre

¡Buaa! lloraba. ¿Qué voy a comer? Prueba uno de estos le dijo una pareja de monos ofreciéndole los frutos que estaban comiendo.
Pero al igual que el primer fruto era muy duro y casi queda sin todos los dientes.

Lo tiró con rabia. Luego pasó un mono y se preguntaba ¿Quién fue tan tonto de haber desperdiciado una fruta tan sabrosa? como el coco.

Así que decidió primero romper un poco su corteza y tomar ese líquido tan dulce; de las paredes de la cáscara la pulpa sabrosa que masticó hasta quedar empachado.

Finalmente, La mona perezosa decidió volver a casa porque allí encontraría bananas exquisitas y fáciles de morder.

Por: Carolina Silva Montero – I.E. Agrícola La Mina

Periodista: