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Una injusticia proverbial

La semana pasada tuvo lugar el VIII Congreso de la Lengua Española en Córdoba, Argentina. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador aprovechó el encuentro para enviar una carta al Papa Francisco y al Rey de España, por medio de la cual solicitó que se forme una comisión conjunta para estudiar la conquista de América y pedir perdón por los excesos de la misma. Vargas Llosa, en su discurso, le dijo a AMLO que se había equivocado de destinatario porque la carta debía ser para él mismo, para un México que aun mantiene a los indios explotados, pobres y marginados, a lo cual sumó a todos los gobiernos latinoamericanos “porque ningún país ha resuelto esa injusticia proverbial hacia los indígenas”. La respuesta de Vargas Llosa a López Obrador creó una de las controversias del Congreso y a ella se sumaron varios autores, todos en la misma línea del Nobel.

Pues bien, viene a Colombia el tema como anillo al dedo, en donde desde el 10 de marzo se inició la Minga indígena en el Cauca. Muchas mingas hemos tenido y muchas seguiremos teniendo porque no hemos sido capaces, como país, de entender que a los indígenas jamás ha debido situárseles en una condición marginal impuesta, porque en ella no nacieron. La Constitución del 91 los reconoció en el escenario político que siempre se les había arrebatado y surgió en ese momento un aire esperanzador de lograr el reconocimiento de la igualdad de los pueblos ancestrales. Algo se ha avanzado, pero la anulación lleva siglos y ahora nos resulta insoportable verlos bloqueando las vías, permeados por la política, exigiendo la presencia del presidente Duque, poniendo mil temas sobre la mesa y escogiendo a sus interlocutores, nos gusten o no. A su alrededor las voces de los gobernantes se alzan por preocupaciones apenas normales: las vías están bloqueadas y se frena la economía.

Todo esto es circunstancial al lado del asunto esencial: los anulamos, los hicimos a un lado, hemos sido peores que los españoles en la conquista, mucho peores y mucho me temo que siguen teniendo ecos posiciones como la que escuché a una persona en estos días: es que tenemos muchos indios todavía y ya este país no está para tanto indio. Cómo si de ellos no viniéramos, cómo si no constituyeran nuestro ADN. Seguramente el movimiento indígena está politizado, sí, es que también a ellos les pertenece la política, y esto hay que entenderlo de manera sustancial. Eso no puede ya callarse, pero sí podría este, y cualquier otro gobierno de los que hemos tenido, callar la falta de educación, de salud, de oportunidades y de derechos que les han sido negados.

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María Angélica Pumarejo: