BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Tres hechos fundamentales me obligan a seguir escribiendo sobre la actitud valerosa de los estudiantes universitarios, quienes han demostrado al país que hoy son la principal fuerza de oposición política, a pesar de las estigmatizaciones y los planes para reprimirlos. Los muchachos le hicieron saber a Colombia que sí se puede protestar y hacer valer sus derechos con ideas y discursos creativos ante un gobierno que no quería escucharlos.
El primer hecho tiene que ver con la falta de racionalidad de quien han tenido y tiene algún tipo de incidencia en la opinión de los colombianos por el cargo que ocupó, precisamente hace ocho años cuando cualquier idea de disenso era reprimida con violencia y ataque, por un presidente que aún hoy, después de un año de viudez de poder sigue creyendo que sin sus opiniones y acciones la patria está perdida. Precisamente, durante esos dos periodos de gobierno Francisco Santos fue vicepresidente de la República y encargado de todo aquello que tuviera que ver con la defensa de los derechos humanos. Pues ahora irónicamente, este periodista, director y orientador de opinión de una de las casas radiales más importantes del país, propone enfrentar a los jóvenes con el brazo de represión del Estado y electrocutarlos, como una forma de acallarlos ante su derecho a exigir un país mejor.
El segundo hecho es la publicación de la fotografía que aparece en la portada de la última edición de la revista SEMANA, donde un estudiante abraza a un policía del ESMAD, por encima del escudo protector que usa esta fuerza policiva para reprimir las protestas. El muchacho muestra su desacuerdo con un abrazo de colombiano, mientras otro policía, con su chaleco repleto de bombas lacrimógenas parece mirar impávido el más cruelmente hermoso gesto de paz. En las páginas interiores de la publicación, aparecen estudiantes obsequiando flores a los mismos policías, mientras otros danzaban y cantaban. La misma revista define acertadamente las marchas de protesta estudiantil con una expresión titulada “Grito de amor y de protesta” que deja sin piso la aberrante idea de Francisco Santos.
El tercer hecho es la actitud, el amor y la creatividad de los estudiantes de la Universidad Popular del Cesar, que en consonancia con el movimiento estudiantil nacional, no les importó ni la actitud malintencionada de quienes trataron de estigmatizarlos de revoltosos y de enemigos de la armonía universitaria, tampoco los ataques de Ciro Jiménez , representante de los estudiantes al Consejo Académico, con su actitud poco patriótica, que como estudiante de universidad pública, como profesor y como columnista me produce vergüenza y repudio, pues a pesar de que tiene derecho a no estar de acuerdo y a unirse a quienes igual que él tampoco lo están, a lo que no tiene ningún derecho es a tratar de desafiar todo un querer nacional con desinformaciones que trataron de polarizar la protesta y que pudieron haber causado brotes de violencia de no haber sido por la intervención respetuosa y democrática del Rector de la universidad, quien aceptó la decisión de los estudiantes de parar, para luchar por la UPC. Ciro Jiménez se equivocó nuevamente por buscar protagonismo; el mismo que siempre ha buscado sin caer en la cuenta de todos los errores que ha venido cometiendo cada vez que sale, al igual que Pachito Santos, a hablar sin detenerse a pensar realmente en los verdaderos intereses de la UPC y de los universitarios que van más allá de salvar el semestre, pues lo que buscan es salvar una universidad donde puedan aprender a planear el futuro de Colombia desde el respeto y el amor con que le cantaron a la vida mientras protestaban.
Tal vez para usted, señor lector resulte monotemático que escriba sobre los estudiantes, pero se me hace necesario seguir resaltando el hecho de que los muchachos universitarios hicieron retroceder al gobierno que quería a toda costa implantar una reforma educativa superior, lesiva para los intereses de la universidades y de los estudiantes colombianos, pero – sobre todo- fueron capaces de evitar la violencia y las provocaciones de la fuerza pública y de quienes, desde el interior de la UPC por ejemplo, siguen creyendo que las cosas deben seguirse haciendo como equivocadamente antes se hacían.
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