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Una economía en armonía con la tierra

Medio Ambiente

Por: Hernán Maestre Martínez

Valledupar, Ciudad Ecológica de Colombia. Recuperamos y conservamos las cuencas de los ríos Guatapurí y Cesar. Hagamos causa común para que el Embalse de Besotes sea una realidad, es agua para la vida en Valledupar, La Paz, y San Diego.

Nos satisface transmitir esta reflexión que todos debemos conocer. La humanidad necesita para el siglo XXI una economía que esté en armonía con la Tierra y con los sistemas naturales que la soportan, no que los destruya. La economía basada en los combustibles fósiles, en los automóviles y productos desechables, que evolucionó en las sociedades industrializadas de occidente no es por más tiempo un modelo viable,  no lo es para los países que la desarrollaron ni para aquellos que tratan de emularlos. En pocas palabras, necesitamos construir  una nueva economía, una que se potencialice con fuentes  libres de carbono como la energía solar, la eólica y la geotérmica, que tenga un sistema de transporte diversificado, que recicle y reutilice todo.

Según uno de los gurús del medio ambiente y autor del Plan B, Lester Brown,  explica que podemos cambiar el curso y podemos movernos a un nuevo sendero de progreso sostenible, pero lo anterior requiere una movilización masiva como aquella en tiempos de guerra. Este plan, algo similar es nuestra única esperanza. Las metas del Plan B, propalado por Brown nos dice que esta alternativa implica, estabilizar el clima, estabilizar la población, erradicar la pobreza y restaurar los sistemas naturales que soportan nuestra economía. Todas las citadas anteriormente, son esenciales para alimentar la población mundial. Es prácticamente improbable que podamos alcanzar cualquiera de ellas sin lograr las otras. Y para lograr sacar la economía de su sendero de declive y colapso, se hace esencial lograr estas cuatro metas.

La clave para reestructurar la economía es lograr que el mercado diga la verdad, incluyendo todos los costos en los precios. Para la energía, por ejemplo, esto significa colocar un impuesto al carbono que refleje el costo total del consumo de combustibles fósiles, el cual debe ser compensado con una reducción en el impuesto a la renta.
Hoy hablamos que el mundo debe moverse por un sendero sostenible, para ellos requerimos de economistas que nos calculen los costos indirectos y que trabajen con los líderes políticos, para incorporar estos costos en los precios del mercado, mediante las reestructuración de los impuestos. Esto requiere además, de la ayuda de otras disciplinas como lo es la ecología, la meteorología, agronomía, hidrología y demografía. Es preciso concluir esta parte diciendo que los precios que reflejan todos los costos crearán un mercado honesto que es esencial para construir una economía que pueda sustentar la civilización y el progreso.

Muchos economistas, incluyendo nueve ganadores de Premio Nobel de Economía, han respaldado el concepto en el cambio de los impuestos. Un profesor de la universidad de Harvard, N. Gregory Mankiw, escribió en la revista Fortune: “La reducción de los impuestos de renta y el aumento de los impuestos a la gasolina llevarían a un crecimiento económico más rápido, menor congestión de tráfico, vías más seguras y una reducción en el riesgo del calentamiento global. Todo lo anterior, sin poner en riesgo la estabilidad fiscal a largo plazo. Esto es lo más cercano al almuerzo gratuito que los economistas pueden ofrecer.”
En síntesis, si logramos que el mercado diga la verdad, que tengamos precios de mercado que reflejen el costo total por el consumo de gasolina, por ejemplo, el carbón o por la deforestación, o por la sobrecarga de los acuíferos, o por la sobrepesca, podremos comenzar a crear una economía racional. Debemos ser  capaces de crear un mercado honesto, vale decir, un precio que refleje el costo total.

*Especialista en Gestión Ambiental

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