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Una clase en el Mare Nostrum

Más de 10.000 migrantes han naufragado y muerto desde 1914 al tratar de cruzar el Mediterráneo y buscar refugio en Europa. El mar en el que se desarrolló la Odisea, historia inolvidable en la que Ulises el héroe invencible y astuto se enfrentó a sus aguas procelosas, a dioses y a personajes malvados, se ha convertido en un cementerio de desamparados y nadie hace nada. Ninguna potencia mundial toma la faena de Aqueronte para llevarlos al otro lado, por el contrario se acostumbraron a contar muertos, a mostrar niños fallecidos en arenas bañadas de dolor, a hacerle zancadillas a padres que llevan la carga preciosa de sus hijitos, que huyen de una guerra interminable.

No se hace nada, no se acalla el retumbar de las bombas, los tiranos siguen en su afán de permanecer, son simplemente eso, tiranos y ellos no saben lo que es la caridad; guerras tribales, guerras religiosas, guerras políticas, guerras de independencias, guerras enquistadas, bombas, heridas del cuerpo y del alma que nunca se sanarán.

El Mare Nostrum de los romanos y griegos, cementerio de desesperados y a pesar de eso, no pierde su talante del mar con más historia, con más romanticismo, tachonado de islas que son paraíso para enamorados, aventureros y nostálgicos. Mar en el que Platón aseguró que existió la Atlántida, mar de amores, se llena de cadáveres. Y no se hace nada.

Escribo esto inspirada en mis alumnos de literatura que están fascinados con la Odisea, y analizan situaciones y dan opiniones que hacen pensar: “Hoy ninguna mujer espera cómo Penélope”, dice uno; otro asegura que Poseidón o Neptuno era más importante que Zeus, en el Mediterráneo; y siguen los comentarios: “ No me creo eso de salir amarrados a unas ovejas para que el tuerto de Polifemo no los detectara”, “que no era tuerto sino ciego, Ulises le clavó una jabalina en el único ojo que tenía”, hubo risa general que de pronto se apagó cuando uno dijo: “y ahora ese mar y el camino a Ítaca está sembrado de cadáveres”… Fue una clase preciosa, llena de entusiasmo, que terminó con sentimientos juveniles de pesar por los que allá han perecido. Y ellos, mis alumnos, fueron los que me dijeron: ¡Y nadie hace nada!

¿Y qué `pueden hacer? les pregunté. Y dieron una nutrida lista de soluciones, entre ellas: “Que se reúnan las grande potencia y hagan un pacto, otras guerras han hecho tratados y han parado las muertes”. La clase se fue por otro lado y el chistoso dijo: “Eso lo va a acabar Donald Trump, lo malo es que él no sabe dónde está el problema, no sabe ni que es Oriente ni que es Occidente, seguro construye un muro para proteger el Mare Nostrum” (les gustó el nombre).

Al ver que la discusión de desviaba y al terminar la hora de clase, los insté para que repitieran el poema de Konstantino Kavafis, y salí de allí con el rumor de sus voces que decían: “Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca / debes rogar que el camino sea largo / lleno de peripecias, lleno de experiencias / no has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes / ni a la cólera del airado Poseidón…

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Mary_Daza_Orozco: