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Una ciudad accidentada

Una trágica muerte por accidente de tránsito enluta a familias vallenatas y ha causado el rechazo de muchas otras que por la magnitud del percance se han sumado al lamento y rechazo general. Igual nosotros.

Los hechos que han rodeado el accidente nos motivan a enviar un mensaje a nuestra sociedad habitante de la capital del Cesar y antes de referirnos al hecho de no haber hallado al responsable debemos decir que es de muchas maneras lamentable que Ernesto Alonso Núñez Ortega, de 47 años de edad, haya perdido la vida de manera tan salvaje por, entre otras cosas, respetar un semáforo a altas horas de la noche.

Las causas que rodean este horrible accidente son tan penosas pero llama poderosamente la atención que su actitud cívica y la actitud contraria de los causantes del accidente hayan dado el fatal resultado.

¿Qué mensaje manda a la ciudadanía el hecho y por qué dedicarle estas líneas? La trágica muerte del comerciante es un ejemplo de un asunto general en Valledupar. El peligro latente en el que se movilizan miles de ciudadanos diariamente: es claro que en este caso, mínimo, hay un conductor que irrespetó límites de velocidad, que esto al parecer no le permitió ver al motociclista y que además ignoró una señal iluminada de tránsito.

¿Cuántos sucesos podrían presentarse diariamente con esta similitud? En Valledupar se ha evidenciado una conducta tan reacia a acatar las normas de tránsito que la mano dura de las autoridades de policía, al hacer cumplir el Código Nacional de Transito, no ha persuadido a la ciudadanía de acatar las normas.

Recientemente hemos analizado el índice de accidentalidad y de sanciones, y las cifras hablan de una leve reducción, pero el problema está lejos de superarse. En nuestro informe del 7 de octubre, titulado ‘Dos accidentes, en una semana, en el canal del barrio Panamá’, exponemos con cifras el problema a nivel departamental y partimos desde una circunstancia local.

Hay una conducta deplorable entre los actores de la vía. El accidente que hoy nos motiva es aparentemente un ejemplo de ello, y es fundamental que el responsable sea presentado ante las autoridades para que también sea escuchado y se haga justicia.

Hay muchas conjeturas sobre estas personas, pero principalmente hay una víctima mortal, y sus allegados sin consuelo por la tragedia repentina. Si el acto se constituye en la irresponsabilidad mayúscula que parece, es hora de sentar precedentes con los infractores de tránsito y presentar, además, una estrategia de mayor impacto que solo aplicar el código. Apoyamos a la Policía Nacional en su tarea incansable de pedagogía, pero también es hora de que se tomen acciones contundentes que representen verdaderos cambios.

Y finalmente, a los ciudadanos debemos enviarles el mayor llamado de atención: si no corregimos nuestra conducta en la vía seguiremos lamentando más pérdidas humanas y un caos vehicular ocasionado por nosotros mismos; esto es en principio el problema.

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