Por Jaccobo Solano Cerchiaro
La vista de Henrique Capriles desató una tormenta política entre Venezuela y Colombia que aún no amaina y pone en vilo muchos temas en común de ambos países, como el comercio binacional y el complejo y sensible proceso de paz. En mi concepto, todo este temporal no es más que otra patanada, de aquellas que solía hacer Chávez movilizando batallones y amenazando con aviones Sukhoi, que no pasará de ahí y pone en evidenciala debilidad del régimen, que después de la muerte de Hugo Chávez y las elecciones de abril han quedado sin gobernabilidad y muy fragmentados en su interior.
Recibir a Capriles implica desmarcarse un poco del sometimiento de Maduro y su corte. Imagino que Santos como buen jugador de póker, calculó el riesgo y esperaba una reacción del gobierno venezolano, aunque no tan desproporcionada, pese a estar familiarizados con su forma de proceder, ya que es un modelo heredado de su antiguo mejor amigo. Es además, un intento en procura de recuperar algo de popularidad nacional, donde la gente en su mayoría detesta el régimen venezolano por su simpatía con las Farc, en un claro aviso de que la campaña por la reelección ya comenzó y está dispuesto a lo que sea por quedarse cuatro años más en la casa de Nariño. También descubrió algo que todos sabemos, Maduro no está tan comprometido con la paz de Colombia y utiliza a las Farc como as para controlar a Santos, quien con la Alianza Pacifico busca nuevos horizontes diferentes a Unasur y el Alba.Es evidente que las Farc le deben muchos favores al chavismo y por eso sacaron un comunicado presionando para que Venezuela se mantenga en la mesa, pero no podrán hacer más porque les quedaría muy mal levantarse de la mesa precisamente ahora que se están dando los acuerdos. De otro lado, Maduro con esa reacción cavernaria confirmó que Capriles será su gran karma en lo que le resta de gobierno y que, a como dé lugar,está dispuesto a cerrarle los espacios internacionales para que no denuncie el gigantesco fraude de las pasadas elecciones, incluso, ya logró que Ollanta Humala en Perú y Enrique Peña Nieto en México, no reciban al líder opositor y de paso tiende una cortina de humo a nivel mundial sobre la crisis general que afronta Venezuela, que tarde o temprano estallará y lo sacará del poder.
A Santos, esta apuesta de pokerista experimentado, le sirvió para congraciarse con el pueblo colombiano y con una gran franja que es la mayoría hoy en Venezuela, pero todavía no puede cantar victoria, porque si acepta la exigencia de Maduro de rectificar o admitir en un comunicado que se equivocó, puede quedar peor que antes de la vista de Capriles.
Twitter: @JACOBOSOLANOC