Esta semana Valledupar vio nacer a Corpojar, la Corporación de Podadores y Jardineros del Cesar, una entidad creada por antiguos recicladores informales, dedicados a la poda de árboles, cuyos residuos eran arrojados a espacios públicos de la ciudad.
La noticia no es un tema menor, si tenemos en cuenta que esta capital es la urbe con mayor arborización de la región, donde existen más de 60 mil especies arbóreas sembradas en parques, avenidas y espacios abiertos, sin contar con los árboles sembrados en terrazas y patios de las casas, los cuales son podados con frecuencia y cuyas ramas son entregadas a carromuleros y carretilleros, quienes en medio de la informalidad en la que desarrollan su oficio, terminan generando serios problemas de aseo.
Corpojar es el resultado de muchos meses de trabajo, capacitaciones y búsqueda de espacios de formalización, para crear una organización dedicada a la actividad de poda y jardinería, como expresión de inclusión social, promoción de la economía circular y garantía de sostenibilidad ambiental.
Y es que el incremento exponencial de migrantes venezolanos sumado a la emergencia económica y social que vivió el país desde la pandemia, generaron en Valledupar un aumento del 46 por ciento de personas dedicadas a recoger podas y escombros a través vehículos de tracción animal, los cuales pasaron según un censo realizado por organizaciones sociales, de 342 en 2019 a 600 en 2021.
Iniciativas como Corpojar son dignas de ser replicadas, pues en medio de la formalización de sus miembros, no solamente se promueve la dignificación de la calidad de vida de los mismos, sino que se garantiza un menor impacto ambiental para Valledupar.
Sea esta la oportunidad, para recalcar sobre la importancia de despertar conciencia ciudadana sobre la disposición de los desechos ordinarios, pues en el último año han sido erradicados 13 puntos críticos de residuos, pero todavía subsisten 29 más, de los cuales Aseo del Norte recoge 2.600 toneladas cada mes, principalmente conformadas por podas, escombros, llantas, muebles viejos, colchones y todo tipo de residuos voluminosos, los cuales llegan hasta esos puntos por intermedio de actores informales, a los que las personas les pagan unos pesos por quitarse el problema de basura en sus casas, pero se lo dejan al espacio público de Valledupar.
Capítulo aparte merecen los comerciantes de establecimientos ubicados en avenidas como Simón Bolívar, Fundación, Militares y carrera cuarta, quienes de forma permanente desatienden los horarios y frecuencias fijados por Aseo del Norte para la recolección de residuos ordinarios, arrojando bolsas a los separadores de dichas vías, material que termina hurgado por recicladores, habitantes de calle o rasgado por animales callejeros, de tal suerte que a la vuelta de unas horas, aquellos sectores que ya fueron atendidos por las rutas de recolección, terminan nuevamente con acumulación de basuras, entregando una desafortunada imagen de Valledupar.
Es menester de las entidades estatales definir políticas públicas que vayan encaminadas a la inclusión del cada vez más nutrido grupo de personas dedicadas a buscar materiales aprovechables a partir de la basura, brindándoles oportunidades de capacitación, formalización y búsqueda de oportunidades que les permitan fortalecer proyectos productivos, acordes con el reciclaje, cuyo impacto positivo redunde en un ambiente más sano para todos.
Invitamos al comercio y sector residencial para que se sumen al gran objetivo de contribuir de forma decidida y constante a la limpieza y sostenibilidad de Valledupar.