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Un portón se abre: el diálogo como medio y como fin

Se ha encasillado al diálogo como el método o medio ideal para encontrar soluciones a los conflictos. Con justa razón, porque cuando aprendemos a escucharnos se evitan guerras y conflictos. Además, se han resuelto diferencias que parecían insalvables.
Es el caso de la mesa que establecieron la Alcaldía de Valledupar y las autoridades del pueblo kankuamo, con el propósito de llegar a un acuerdo sobre el portón establecido entre los corregimientos La Mina y Patillal.

Este diálogo inició con las dos partes imponiendo conceptos opuestos. Desde la Secretaría de Gobierno señalaban que el retén estaba dentro de los límites territoriales del corregimiento de Patillal y vulneraría el derecho a la libre locomoción porque impide el tránsito por una vía nacional.

Contrario, la guardia indígena, que llamaba este portón como ‘Espacio de Regulación y Armonización Territorial’, argumentaba que fue establecido por el Congreso Kankuamo para conservar los ejercicios culturales y preservar el ecosistema. También puntualizaban que contribuyó a la disminución de actividades que alteraban el orden público.
Pues el sábado, las partes se sentaron, cedieron y se concertó la apertura del portón ubicado entre los corregimientos Patillal y La Mina. Una buena noticia para la ciudad.

En medio de este debate está la protección sanitaria que pide el pueblo kankuamo, además del control del orden público, frente a la anhelada reactivación económica, el libre tránsito y el retorno del turismo, pues esta región tiene riquezas naturales gracias especialmente a sus balnearios.

De esa mesa, que seguro no será la última, deben surgir puntos de encuentro, el tan anhelado pero esquivo equilibrio, lo justo, en el que las partes, como partes activas del proceso y seres objeto de derecho, no sean vulneradas. Al parecer el punto de equilibrio es que el portón se abra, pero bajo la regulación del pueblo kankuamo. Al menos ese es el primer acuerdo. Esperamos eso quede claro para evitar un sí pero que no.

Jean Paul Lederach, experto que ha inspirado la metodología de ‘ Los Diálogos Improbables’, ha acuñado la idea de que los conflictos a través del diálogo no se acaban, sino que se transforman; para bien, decimos nosotros. Pues la condición de opuestos no quiere decir que en los aspectos de conveniencia y sensatez no puedan ser posibles acuerdos.

Sigamos dialogando. Esa mesa fue un gran mensaje sobre el papel resolutivo del diálogo en una época en la que parece imposible unir contradictores, y donde es popular no cambiar de decisión. “Ceder es de débiles, o de tibios”, sentencian algunos.

Pero no. Ceder y dialogar es avanzar juntos. Y Valledupar lo necesita con urgencia. Ojalá otros sectores, incluidos aquellos al interior de los pueblos indígenas, también acogieran el diálogo como método y como fin. Ojalá que en las calles las diferencias se resolvieran sin necesidad de atacar la integridad física y moral del otro. La intolerancia ha sido mortal en nuestra querida tierra. Ha costado vidas.

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Redacción El Pilón: